Un nido con la marca Havana Club. El nacimiento

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Las frases de amor terminan irremediablemente convertidas en promesas. De ahí que vuelvo con las esperanzas renovadas para concluir la historia del zorzal que puso el destino de su descendencia en manos de los trabajadores de la Fábrica de ron Havana Club, San José.

Como les conté anteriormente la avecilla de esta historia fabricó su nido en una de las bellas macetas de la industria lajera. Y allí puso tres huevos que comenzó a empollar en la segunda semana de junio, aproximadamente.

Por aquellos días asistí asombrada al acontecimiento gracias a la sensibilidad de Esther Díaz Hernández, Especialista de Gestión Económica y líder del proyecto: Un tilín mejores de esta ronera,quien se confesó madrina de la nueva visitante y su prole en camino.

Como la prueba de que la mayor riqueza nace de ese poquito de amor que se comparte para hacer el bien, el nido permaneció intacto o más bien, arrullado por las miradas de los casi 200 trabajadores de la Ronera San José, hasta que llegó el día del nacimiento.

La fecha en la cámara de Yleana Chávez, otra de las benditas cómplices de la mamá zorzal, da fe que el primer pichón nació en la mañana del 20 de junio. Casi a la una de la tarde del día siguiente estaban desnudos y felices en su nido los tres pichoncitos, mientras su mamá, seguramente hambrienta, había volado en busca de comida.

Desde el mismo momento en que Yleana fotografió al primer zorzal saliendo del cascarón ella se transformó en una especie de médico o casi la abuela amorosa de esta familia alada.  Las imágenes que tomó desde entonces muestran los progresos de las avecillas las cuales, nueve días después de llegar a este mundo lucían sus nuevos vestidos y exigían el alimento con sus piquitos bien abiertos.

Así crece feliz una familia de zorzales en la Fábrica de ron de la capital de Mayabeque. Este es un acontecimiento
 antecedido por otro similar ocurrido este mismo año, pero con un zunzún que anidó casi dentro de la fábrica, como si supiera de antemano que su casta tenía asegurado el porvenir en el mismo sitio donde se elaboran los añejos exquisitos que dan la vuelta al mundo bajo la marca Havana Club.

Esos hechos bien pueden atribuirse al ciclo original de la vida, pero las singularidades de los mimos enfatizan mi certeza de que la naturaleza también se confabula para celebrar el nueve de enero del año entrante el décimo aniversario de la Fábrica de ron Havana Club, de San José de las Lajas.

Y si en realidad existe tal conspiración del Universo, por supuesto bien merecida por quienes defienden la bondad que regala la Tierra siendo solamente Un tilín mejores como dice el slogan del humano proyecto que sus trabajadores impulsan, confío en que el Tributo Havana Club que allí se elabora en conmemoración a la fecha, nacerá bendecido por los mismos misterios que el amor: aroma embriagador, matiz dorado yese sabor fino que causa la punzada dulce en el estó magopara provocar finalmente el éxtasis.

¡Ah!… Un dato adicional y otro motivo para sentirme también enamorada de los zorzales roneros: ellos nacieron el mismo día en que mi pequeño Alessandro cumplió cinco años de edad. ¿Será casualidad?…

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