Alejandro es un afortunado, no se su edad, ni le conozco siquiera pero, es un afortunado, una declaración de amor a su nombre se aprecia en el lateral del edificio 12 en la Micro 1, así de sencillo: “Te amo Alejandro”.
Desconozco quien escribió tan sublime mensaje que lleva consigo tal vez la inocencia, o el desenfado de una edad que se atreve y que no toma en cuenta otras dimensiones.
El cuidado de la propiedad social palidece, no siempre se tiene en cuenta y lo peor, no siempre se corrige y es un tema que merece más que una mirada una reflexión de todos, familia y escuela a la vez.
Asusta ver el estado de algunos parques infantiles que por demás, no cuenta con la presencia asidua de niños y niñas, sin embargo sus daños son visibles, tal como si los hubieran maltratado con saña.
Bancos incompletos porque manos inescrupulosas decidieron hurtar algunas de sus partes, el pasamano de una escalera en un edificio de la Micro fue sustraído sin que nadie lo viera, asientos en algunas guaguas asustan al susto y todo ello autoría de quienes irrespetan lo que es de todos.
Por ejemplo en los edificios de la Micro, donde la convivencia entre vecinos ha de ser placentera, suceden rutinas como subir y bajar bicicletas sin el mayor cuidado ensuciando una y otra vez las paredes o bajando alimentos para cerdos que además de la fetidez dejan sobre el piso huellas que lamentablemente quedan para siempre.
No es tarde para hacer énfasis en esa normas que existen y no se pueden sepultar, es menester el respeto a lo propio pero también a lo ajeno, es imprescindible cuidar, cuidar cuanto tenemos; no es admisible que quien acuda a un restaurante, a un bar piense en llevarse un vaso, o que alguien desee dejar una huella de su estancia en algún sitio estampando su nombre en la pared.
La belleza de un lugar es también un aporte al bienestar, ese que merecemos todos y que nos corresponde cuidar a todos. Alejandro, sí, es un afortunado, alguien lo ama y decidió dejar escrito a la vista de todos, ese mensaje de amor pero, cuidado, también el amor necesita de esa belleza y esmero para que prevalezca.