“Quién es tu hermano, tu vecino más cercano”. Esta frase caracteriza la naturaleza jovial, generosa y solidaria del cubano. Significa las esencias de nuestra identidad que tiene como génesis al barrio, o a cada cuadra testigo de acontecimientos vividos.
En las relaciones entre vecinos, existen también razones que pasan por el mismo centro de lo cubano, como es la buena costumbre de vivir unidos, de extender la naturaleza de un hogar más allá de los límites de una casa. Por ello, es posible sedimentar familia donde lo formal solo designa un vecindario.
En la idiosincrasia de un pueblo, tiene el vecindario una buena raíz. Al fin y al cabo, luchar, cristalizar sueños, compartir lo que se tiene, constituye ese otro patrimonio, el de las emociones, el del espíritu de millones de hermanos.
Saber que ciertamente el alma de la patria comienza en la cotidianidad del barrio. En él somos iniciados en la más justa percepción que tiene que ver con investigaciones científicas sobre el ser humano.
En sus límites aprendemos y aprehendemos la mejor y mayor parte de los contenidos de la cubanidad.
El vecino es el amigo, el compañero, el recuerdo de la infancia. Las relaciones entre los que comparte el mismo sitio deben ser de absoluta camaradería, donde prime el respeto y consideración.
Los vecinos cubanos comparten alegrías y precariedades. Se inscriben en esa fiesta colectiva que pondera nuestra manera de pensar y de vivir.
El vecino o hermano como cubanamente se traduce infiere liturgia, verso, canción, hasta la fiesta innombrable del poeta que transita por la savia de Cuba.
