El régimen esclavista colonial lo demonizó. Perplejos por el susto ante una posible réplica en Cuba de la Revolución Haitiana, sus enemigos se encargaron de sembrarlo negativamente en la cultura popular. “Es más malo que Aponte” fue una frase que permaneció en la costumbre cotidiana de la gente durante muchísimos años, tras la alevosa ejecución del hombre que dirigió la primera conspiración de carácter nacional en la historia de Cuba.
El crimen de la desmemoria aún repercute en nuestros días. La Comisión “José Antonio Aponte” de la UNEAC, constituye un claro y digno tributo a su memoria, pero aquella página requiere una mejor y mayor socialización en todos los órdenes posibles, sobre todo en las escuelas cubanas. El peso de la bruma racista lo condenó durante largo tiempo a un silencio injusto, que todavía no logramos romper.
En el continente personal de Aponte, concurrieron al mismo tiempo el rigor de la vida militar y el de la creación artística propiamente. Fue cabo primero de las milicias habaneras del Batallón de Morenos y carpintero ebanista que cultivó la talla en madera y la pintura.
Algunas fuentes sostienen que con las tropas negras de La Habana, tomó parte en la guerra de independencia de las Trece Colonias contra Gran Bretaña.
Aunque su descendencia parece perdida en los intersticios del siglo XIX, se conocen nombres y hasta oficios de algunos de sus hijos. El padre de familia logró repartirse en una vocación de trabajo que sus coetáneos reconocieron. La disciplina militar y su prestigio al frente del cabildo Shangó-Teddun configuraron al líder que ciertamente fue.
Como un orfebre de los días, José Antonio Aponte logró tejer una conspiración de conexiones sorprendentes desde La Habana hasta la mismísima comarca primada de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa en el Oriente cubano. Incluso se habla de un barco haitiano que debería desembarcar armas y municiones por la costa norte camagüeyana.
Hasta ese momento, el entramado represivo había logrado abortar proyectos en fases de escasísimo desarrollo inicial. Resulta incluso admirable el plan de operaciones, bien estructurado, contra instalaciones militares de la villa de San Cristóbal.
No, hasta entonces nadie fue tan lejos ni tan osado. La insurrección tenía de antemano una fecha: el seis de enero de 1812. No existen muchos datos sobre esa decisión, pero la fecha coincide con la fiesta de la Epifanía, cuando a los negros se les permitía sacar algo de su universo por las calles habaneras.
En otros capítulos gloriosos de la epopeya cubana, se buscarían coyunturas de ese tipo para burlar el acoso del espionaje gubernamental.
El alzamiento se postergó, y al margen de las razones para hacerlo, la experiencia de los aplazamientos cuenta de descoordinaciones y otras derivaciones negativas. Entre enero y febrero, se verificaron ya arrestos y ejecuciones en la jurisdicción principeña.
Otro tanto ocurrió en Remedios, en Bayamo y en Holguín. El 15 de marzo de aquel 1812, la dotación del ingenio Peñas Altas, en Guanabo, se sublevó. Al siguiente día, los jefes principales de la conspiración fueron arrestados. La escena había quedado expedita para otro crimen.
El nueve de abril, José Antonio Aponte y varios de sus compañeros fueron ahorcados. Las autoridades coloniales dispusieron decapitar los cadáveres, y exhibir las cabezas en jaulas de hierro en la actual esquina de Reina y Belascoaín. No muy lejos de allí, el héroe tenía su casa. El brutal escarmiento seguía el mismo guion de julio del año anterior en México contra el Padre Miguel Hidalgo y los suyos.
De acuerdo con la historiografía, se le reconoce una estructura ciertamente nacional al movimiento no solamente por la inserción de numerosas regiones del archipiélago. En el proyecto de José Antonio Aponte había negros, mulatos y blancos, y se integraron hombres libres y esclavos.
En el pensamiento de aquel carpintero ebanista, convivieron las ideas de la emancipación humana con la causa de la independencia. Desde el trabajo de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la ya imprescindible comisión que se anuncia con su nombre, reitera la prioridad de seguir fundando patria a la manera del hombre, cultivando el talento y anudando sueños, desde la pertinencia de no olvidar jamás.