No siempre el 125 aniversario de la desaparición física de un ser humano mantiene la relevancia de otros si tenemos en cuenta que la humanidad asimila, cada vez con más resignación, la salida irremediable de los seres cuando el azar lo determina. Sin embargo en la desaparición física del José Julián Martí Pérez la visión de esa realidad es totalmente distinta, en mi opinión, por dos razones esenciales: la envergadura de su singularidad y la vigencia de sus ideas.
Claro que la naturaleza da vida a seres excepcionales a intervalos, los cuales ganan a la larga un reconocimiento eterno. Eso es precisamente lo que sucede con Martí. El estar dotado de un sentimiento sin igual hizo que la vida le marcara desde temprano, como el inconforme que juró por siempre luchar contra la injusticia y entonces su naturaleza le obliga al sacrificio de cumplir por convicción con sus palabras.
Quizás para un infante común la visión experimentada en un ingenio de esclavos no hubiera pasado de sentirse atemorizado o de mostrarse indolente ante el hecho para él inevitable. Sin embargo para Martí el hecho le tatuó el alma para siempre con la tinta desgarradora del sufrimiento.
El secreto juramento de lavar con su sangre el crimen le suma a las llagas del alma las primeras de su piel adolescente, tras el descubrimiento de la fatídica misiva al traidor compañero de clases y en consecuencia la posterior condena a trabajo forzado en las canteras de San Lázaro.
Sin embargo, en vez de amilanarse, muestra desde entonces la firmeza de sus convicciones ya cuando a los 17 años, en aquellas horribles condiciones de trabajo esclavo, escribe los versos muestra de la solidez de su carácter, al suplicar a la madre que no llore, consciente de las consecuencias de su conducta que la marcaría para siempre y le consuela finalmente con el argumento esperanzador al decir: Piensa que nacen entre espinas flores.
En lo adelante su vida es el martirio entre el encierro, el destierro y la ausencia. Solo los deseos de independencia y libertad le trae el inquietante sosiego de saber que al sacrificio le escolta la justeza de la causa y la solidaridad entre los emigrados y tabaqueros de la isla en otra tierra.
En el fragor de ese torbellino implacable pule las ideas más sensatas en bien del ser humano y como voz de la razón se diseminan sumando a los justos a la causa y poniendo en claro al adversario en todas partes.
Su conducta rebelde no dio tregua ni siquiera aquel fatídico 19 de mayo cuando cae su estructura y sus depredadores ven la gloria de tenerle inerte como trofeo de tranquilidad. Sin embargo sus ideas quedaron en las mentes de los patriotas que hicieron realidad la independencia a pesar de las zancadillas de la historia.
Pero la misma historia se encargo de poner otra vez el pensamiento del apóstol al servicio de la patria, de la América toda y de la humanidad y su vigencia anda de la mano de aquellos, capaces de seguir su doctrina por el mundo, llevando por delante su espíritu de independencia, de luz, en cada gesto solidario que sintetiza junto al nombre de Cuba la grandeza de Martí en manos firmes, apartando las espinas y dejando al pasar, las flores prometidas.