Hay coincidencias históricas que pudieran parecer un verdadero milagro, y es que en todos los tiempos se precisa de un hombre a la manera del Quijote con ansias de justicias.
Sobre el nacimiento de Antonio de la Caridad Maceo y Grajales hay varias versiones: unos dicen que nació en Santiago de Cuba en la calle Providencia número 16, el catorce de junio de 1845; otros estudiosos ubican su origen en la finca Granada de Majaguabo, San Luis, en las estribaciones de la Sierra Maestra; pero hay un dato en el que todos sí coinciden y es que desde la proclamación de la independencia de Cuba nada ni nadie puede apagar la saga maceísta en el recuerdo de los que vivimos en la Isla.
De él sobresalen las tantas anécdotas colmadas de coraje. A cada rato se verifica el destello de alguna de las 46 versiones, cubanas y españolas, sobre la muerte del Titán; pero quien lo conoció, coincide en sus cualidades distintivas: afable, enérgico, valiente, sencillo, simpático, impetuoso en el combate y de modales elegantes.
Al hablar de Antonio Maceo se significa que no solo fue un hombre de acción en el campo de batalla, su suave tono de voz y el hablar pausado lo distinguen en algunos de los acontecimientos importantes: La protesta de Baraguá y el Pacto del Zanjón.
Y como necesidad de la propia historia, en el siglo veinte pasado, el catorce de junio pero de 1928 nació en Rosario, Argentina, uno de los hijos de la patria, el Comandante Ernesto Guevara de la Serna.
Se sorprende la cátedra misma ante un icono que significa lucha en La Habana como en Turquía, a pesar del paso de los años. Y es que todos hallaron desde el principio un hogar en el continente personal del Che, por su coraje, entrega, incondicionalidad, honradez y firmeza.
Con solo 23 años salió a reconocer el continente americano. En ese viaje incierto y muy cerca de los humildes, solo necesitó su motocicleta “Poderosa” y su amigo Alberto Granados.
Su amor por la libertad de los pueblos lo ubican también en su lucha en el Congo y en Bolivia, al lado de los desposeídos, en busca de un mundo mejor.
El Che se multiplica, aún hoy, en los miles de jóvenes que siguen su ejemplo, y en los que también lo llevan tatuado en su piel. Porque como dijo el escritor uruguayo Eduardo Galeano: ¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo?
Y es que Maceo y Che validan esa canción que desde un tiempo homérico reunió epopeya y poesía, remontan límites de siglos, constituyen siembra en los libros y en la memoria, para cosechar la intensa rebeldía de los cubanos, la dignidad de millones que aún sedimenta en la propia fuente de su cultura.