Cuando se hable de sonrisa eterna, pasión, sentido de pertenencia y amor infinito a un centro de labor es obligado hablar de la Doctora Lidia Tablada, aquella cubana que por varios años dirigió el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria, (CENSA) en San José de las Lajas.
Se avecina el Día de la Ciencia en Cuba y el recuerdo acude presuroso para acercar más a quien fue ejemplo de entrega, compromiso con su tiempo, sensibilidad e inagotable energía para estar siempre en la vanguardia.
De pequeña estatura, elegante siempre y una cordialidad que no daba lugar a distancia porque para ella creo que no existieron los imposibles, Lidia es de esas personas que ocupan un lugar en la memoria donde siempre son eternas.
Entre pasado y presente para nombrarla, desestimo el pretérito porque quien con tanta bravura defendió la vida no fue, es y será; no muere quien ha sido fortaleza, convicción y voluntad infinita para defender la esperanza, el avance y el futuro.
A la Doctora Lidia Tabalada la mirada se le ponía chiquita cuando hablaba de su segunda casa, el CENSA. La alegría aparecía y su sonrisa resultaba el sello para describir la emoción que siempre aparecía.
Cuando hablo de ella, reconozco que hay un vocablo que se me hace repetitivo: siempre, y es que es de esas personas imprescindibles, que, desde su sabiduría y ejemplo, marcan una ruta que nos sirve a todos: la de andar con paso seguro por y para el bien de todos.
Pude entrevistarla varias veces y siempre encontré a la científica prestigiosa pero sencilla desde las entrañas, a la mujer amante de su familia y de esa segunda casa, el CENSA donde decidió reposar, a la dirigente cabal y también a una buena amiga.
Cuando se hable de sonrisa eterna, pasión, sentido de pertenencia y amor infinito a un centro de labor es obligado. siempre, hablar de la Doctora Lidia Tablada.