Armando Valido Mensió |
Fotos: Michael García Pérez
La Historia de Cuba cuenta con pasajes colmados de victorias y valentía, pero también con otros donde los horrores, la injusticia y la muerte estuvieron presentes.
Un hecho acaecido en los últimos años del dominio español en la Isla, dejaron su huella imborrable en la memoria de un pueblo. Hecho que hoy vuelve a ser revivido en este encuentro con el Licenciado Armando Valido Mensió, miembro del ejecutivo de la Unión de Historiadores de Mayabeque.
La Reconcentración tuvo por protagonista a un español cuyo nombre es difícil de olvidar. Un ser humano de alma despiadada, responsable de la muerte de miles de cubanas y cubanos…
Sí, es cierto. Don Valeriano Weyler y Nicolau, Márquez de Tenerife era un hombre muy desagradable, tanto desde el punto de vista físico como de su carácter. Era bajito, con una cara simiesca y con unas patillas que hicieron que le llamaran “patilla de mono”, dueño de un carácter brusco, muy mal educado.
Fue Capitán General de la Isla de Cuba durante la última parte de la guerra de independencia. Es tristemente recordado por las medidas drásticas que dictó durante su mandato, en la que sobresale la reconcentración de los campesinos.
Algunos autores catalogan lo sucedido bajo su ordenanza como un precedente, por supuesto que inconsciente, de los campos de concentración nazi. Hay que ver las fotografías de la época donde se muestra el estado en que quedó la población. La mortandad y las enfermedades marcaron a los cubanos. Fue un período extraordinario en el sentido de dolor y tragedia.
Armando Valido, ¿en qué consistió la reconcentración?
La reconcentración no es una idea de Weyler. Ella parte de un hombre de la iglesia, específicamente del padre Bernardo Casas, quien era administrador apostólico del obispado de La Habana, hombre sumamente integrista que ve a los mambises como bandidos, criminales. Él escribe un libro donde recomienda la reconcentración y es Weyler quien la pone en práctica al ocupar el cargo de Capitán General, en plena guerra.
Consistía en sacar a toda la población campesina y concentrarla en los pueblos, pero sin ningún tipo de base material, es decir, sin alimentos, sin medicinas, sin casas, albergues, ni hospitales. El hambre, la desatención y las enfermedades se exacerbaron y fueron miles los cubanos que perecieron.
¿Cómo estuvo afectado el territorio de San José de las Lajas?
Por ser la provincia de La Habana la que tiene a la capital de la isla como parte de ella, la reconcentración fue grande. En la literatura histórica San José de las Lajas aparece como uno de los lugares más afectados, específicamente la localidad de Tapaste donde más de la mitad de la población pereció.
Quiero decir que la reconcentración no respetó ni pobres ni ricos, aunque, como es de suponer, los pobres fueron los más afectados. ¿Por qué menciono a los ricos? Pues porque el campo quedó desolado, los ingenios y cafetales se arruinaron y las enfermedades imperan en esta época. Por ejemplo, aquí, en San José de las Lajas muere de disentería Don José Ricardo O’Farril, uno de los potentados de la zona.
En mi juventud tuve la suerte de hablar con testigos de la época, ya muy ancianos, quienes me contaron cómo veían morir a la gente, incluso del olor característico dela población. Fue algo realmente espantoso.
Yo tengo un libro de Memorias de Matanzas escrito por Lola María de Ximena y Cruz, legado de una tía mía que vivió la reconcentración. En una parte del texto, donde la autora habla de este tema en Matanzas, mi tía escribió una nota en el libro que decía: “esto yo lo viví y todavía estoy sintiendo el olor de los reconcentrados, era un olor terrible, era el olor de la muerte”.
He tenido la oportunidad de ver las fosas comunes de los reconcentrados cuando se hizo la intervención arqueológica en el sitio fundacional de San José de las Lajas, donde estaba el antiguo cementerio. Es algo asombroso, las dos fosas que se abrieron son impresionantes, fundamentalmente por la cantidad de muertos.
Según tengo entendido, Weyler se hospeda en San José antes de seguir su camino hacia Güines, como parte de una inspección que estaba realizando en el territorio de La Habana…
El Capitán General está visitando toda la provincia de La Habana y llega a San José. Francisco Saínz de Rosa, comandante de estas tirras, obliga a mi bisabuelo (próspero comerciante que simpatizaba mucho con los mambises) a albergar a Weyler en su casa.
Propaganda Borbónica |
Para ello, mi bisabuelo, tuvo que comprar una propaganda borbónica que conservo en mi casa, y en el museo se guarda el juego de tazas que se usó para servir el té durante esa visita.
Tengo el testimonio de mi tía Angelina, quien contó que Weyler no durmió en toda la noche, se la pasó caminando de un lado a otro del cuarto y mi familia tampoco durmió.
El Capitán General notó la frialdad de la familia, pues sepan que Máximo Gómez era el padrino de mi abuela, y mi bisabuelo huyó de España por problemas políticos; no le gustaba que le dijeran que era español, él ante esto decía, con fuerza, que era catalán. Al día siguiente cuando Weyler llega a Güines dijo: “me parece que he dormido en un campamento mambí”.
¿Guarda alguna anécdota relacionada con esta situación a la que estuvo sometida gran parte de la población lajera?
El hambre marcó mucho a la población de San José. Mi bisabuela que era cubana, siempre contaba una anécdota que se ha transmitido de generación en generación. Ella estaba desesperada ante la situación que vivían los reconcentrados y quería ayudarles con comida, pero su esposo, el catalán, le decía que eran muchas personas, que no podían hacer nada, pero seguía insistiendo.
Entonces mandó a hacer una especie de ajiaco o caldosa que contenía carnes, viandas, vegetales y lo preparan en una gran cazuela. Cuando los negros sirvientes salen al portal con el recipiente para empezar a servir la comida, toda aquella masa de personas hambrientas se le tiró a la caldera, la viraron en el piso, comieron del suelo, fue algo bien triste, de verdad.
Sin lugar a dudas, Cuba vivió pasajes muy tristes a los cuales nuestro territorio no estuvo ajeno. En la memoria de muchos ha quedado esto plasmado y se ha transmitido como parte importante de nuestra historia, pero como una parte dura y dolorosa.
No son pocos los cubanos que se imponen a esta problemática, y que de una forma u otra brindan su ayuda. En el caso de San José de las Lajas, ¿Quiénes resaltan, en este sentido?
Te puedo mencionar a dos personas. Una es el cura, el párroco del pueblo, Don Pedro González Estrada. Era cubano y en algunos libros de historia que abordan este tema, lo catalogan como el “Ángel de los reconcentrados”.
Las autoridades habían prohibido a la población que auxiliaran a los reconcentrados, sin embargo, él se preocupó mucho por ayudarlos. Esto es digno de destacar porque no solo se trataba del hambre, sino de la disentería, del cólera y otras enfermedades que ellos padecieron.
Ante esta situación brindó su colaboración. Estuvo durante varios años al servicio de la parroquia de San José para posteriormente convertirse en el Primer Obispo cubano que tuvo la diócesis de La Habana.
La otra persona era un joven que ayudaba a Don Pedro González Estrada. Era dependiente de mi bisabuelo Don Antonio Mensió, el catalán. Me refiero al señor Alicio Ruiz, que después, en la República, fue alcalde del pueblo y dueño del banco de San José. Exponiéndose por las noches, llevaba medicamentos a los moribundos, pan, otros alimentos; también muchos niños murieron en sus brazos.
Con el paso del tiempo, en pleno siglo XXI, ¿cómo ve Armando Valido a la reconcentración comandada por el Capitán General Valeriano Weyler y Nicolau?
La reconcentración no puede ser vista de otra manera que como una política hostil, aniquiladora y sumamente cruel. Tal vez sin pretenderlo, Weyler y el Ejército Español, escribieron gran parte de las más sangrientas e inhumanas páginas de la Historia de Cuba. Un hecho que vive, como pasaje excesivamente triste y doloroso, en el recuerdo del pueblo cubano.
El Dr. Marcos Molina Waldemirof menciona las principales enfermedades que afectaron a San José durante la Reconcentración
El historiador Jorge Garcel Domínguez menciona las medidas adoptadas en San José durante la Reconcentración