Los hay que rememoran anécdotas, los que recuerdan discursos, los que algunas vez lo vieron cerca y aquellos que lo llevan tatuado en el corazón desde los primeros días de 1959 cuando entró triunfante a La Habana.
La caravana ha desafiado al Sol, la lluvia, la noche. Cubanas y cubanos han estado ahí, a la espera del líder en ese retorno a tierras orientales, en esta ruta que lo lleva a la eternidad para encontrarse con el más universal de los cubanos.
Las imágenes están ahí, en las multitudes que acuden a decir un último adiós a Fidel, en los silencios y las lágrimas que escapan indetenibles en rostros diversos, en la poesía y la música que no aceptan la ausencia y disponen el alma al renacimiento obligado que la patria reclama.
En solo un día la Caravana llegará a Santiago de Cuba. Allá donde la historia abriga los sucesos del Moncada, donde se espera al hijo pródigo, tierra de titanes que aguarda al tercer día de diciembre para decir en voz alta y por todo: Gracias Fidel.