La marcha, las felpitas y…la pelota

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La marcha del 15 de noviembre, anuncio que anda suelto en el decir de unos, en las dudas de otros, en la expectativa de los que esperan desde otras latitudes ver el curso de ese suceso.

Mientras acá en San José de las Lajas, noviembre sigue su paso, el clima muy agradable, tanto que ya los más exagerados han sacado abrigos y bufandas para asustar a las temperaturas que nos acompañan.

Vamos camino al cierre del año, marcado por el azote de una pandemia que ha enlutado familias, multiplicado el desvelo y consagración del personal de la Salud Pública y el ingenio de los hombres y mujeres de ciencias, aptos para cualquier desafío.

Andamos con nasobucos a toda hora, suprimimos los abrazos y besos y aceptamos el saludo con los puños, porque a pesar de los pesares, nos distingue la alegría, esa que nos hace reír hasta de nuestros propios infortunios.

El 15 de noviembre se acerca, está ahí, al doblar de la esquina. Un hombre de notables arrugas y mirada infinita pero, con el cansancio quizás de los años que muestran su adultez mayor, le dice a otro  casi contemporáneo: una marcha, qué cará, a mí lo que me importa es la pelota.

Y sigue su camino, con una risa pícara, despojado de preocupación, tal vez de la mano de sus años, esos que le han permitido vivir otros tiempos, esa experiencia que posibilita valorar la vida con más tino.

Mientras acá las carencias siguen dando quehacer, no se ha perdido la sonrisa, el humor  hace de este tiempo adverso un trampolín para los ocurrentes, al extremo de casi mover a la isla por el asunto de “las dos felpitas”.

La resistencia de unos a admitir que el bloqueo daña y de abismal manera y,  la resistencia de los otros, los de acá, para convivir con esa mala letra que casi apellida a unas cuantas generaciones de cubanos que nacimos con o después de ese castigo, tatúan este tiempo, en el que también se inscribe la mencionada marcha del 15 de noviembre.

Andan estos días ligeros, ávidos de sensatez, de buen juicio, de reflexión madura que no se calce de soberbia y sí de ganas para juntos construir, para fundar, para hacer el bien.

Precisamente un 15 de noviembre pero de 1999 se inauguraba en Cuba la Escuela Latinoamericana de Medicina, una institución que acogió a estudiantes de más de un centenar de países, incluido Estados Unidos, una manera de propiciar unidad e integración, pero también conocimientos para defender la vida.

La paz que nos asiste no merece sustos ni amenazas. La paz que nos asiste merece la unidad y la armonía. La paz que nos asiste no merece odios ni odiadores. La paz que vivimos, esa que no desconoce dificultades, que no ignora aciertos y desaciertos no queremos perderla.

Y ahí va noviembre, a paso apresurado, y aquel hombre, de tal vez 70 u 80 años, con andar sosegado, mira hasta donde alcanzan sus ojos color del mar e insiste en afirmar: a mí lo que me importa es la pelota.

 

 

 

 

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