Justo cuando en la capital de todos los cubanos se escucha el cañonazo cada noche, la hora 9 comienza a dejar su huella en la mayor de las Antillas.
Lo había leído en las redes sociales, lo supe antes por una amiga de España que narró como justo a las 9 de la noche, allá en la península ibérica salían a los balcones a aplaudir al personal de sanidad, a esos hombres y mujeres que están haciendo hasta lo imposible por salvar vidas.
En una pelea casi contra demonio, los profesionales de la salud multiplican fuerzas para rescatar casi de lo imposible a personas contagiadas por el Covid-19. De esa pelea, Cuba a diario escribe páginas hermosas en la isla y fuera de ella, allá donde la solidaridad encuentra a los hijos de la mayor de las Antillas repartiendo esperanza y salvando vidas
Anoche a la hora 9, en la zona de la Micro 1, en San José de las Lajas donde vivo, un aplauso marcó la serenidad nocturna, y desde los balcones se escuchaba cada vez con más energía, y cada vez más los que se sumaron a tan noble gesto.
Juro que sentí una extraña sensación. No hubo convocatoria. Alguien fue el primero, y luego siguieron más y cada vez más. De eso se trata de la unidad que siempre es y será imprescindible para ganar cada batalla, máxime cuando esta tiene tanto que ver con el amor y la vida, con la solidaridad.
Sigamos juntos en este camino, en el que no faltan obstáculos, pero tampoco las ganas de triunfar, sigamos juntos haciendo historia desde los propósitos, desde el empeño, desde las ganas de no aceptar la derrota.
Ganemos todos esta partida, devenida batalla frente a un demonio. Salvemos la existencia desde el cuidado, la prevención y la disciplina que nos permita ser sanos para así también poder saldar después la deuda de abrazos y besos que nos debemos y podamos entonces lograr el aplauso mayor.
