Hoy se celebra en Cuba el Día del trabajador jurídico, instituido para recordar que en igual fecha, pero en 1865, Ignacio Agramonte desarrolló su tesis de grado para recibirse como licenciado de la Facultad de Derecho.
Ese patriota independentista se negó siempre a la capitulación y esgrimió la vergüenza de los cubanos como el arma más eficaz de la nacionalidad. De él dijo José Martí: “Leía despacio cosas serias. Era un ángel para defender y un niño para acariciarPero vino la guerra, domó de la primera embestida la soberbia natural y se le vio por la fuerza del cuerpo, la exaltación de la virtud”.
Ignacio Agramonte llega a nuestros días como símbolo, un hombre de alto linaje que renunció a comodidades y una vida placentera para hacerse a la lucha por la independencia, pero también un hombre que amó profundamente a Amalia, su eterna novia, su amada esposa para quien tuvo hermosas declaraciones de amor, aun en los días de mayor angustia en el campo de batalla.
Este día marca el paso por la historia de un joven abogado que juró ante la vida lealtad a su patria y apego indisoluble a la justicia, al deber de defender el bien y no tolerar lo que lacera y subyuga.
A nuestros héroes hay que conocerlos más allá de la imagen que podamos apreciar en un libro o un mural, es menester escudriñar en su obra, que no es más que la entrega sin límites a favor de una realidad mejor, esta que hoy tenemos.
Ignacio Agramonte, el gallardo mambí, el talentoso abogado, el hombre apasionado que amó de manera sublime, es fiel inspiración para generaciones de cubanas y cubanos pero especialmente para los juristas, en ellos está la posibilidad genial de tributar el mejor homenaje a quien fue y será luz en el camino por hacer prevalecer la justicia.