Hilda y Juanita Pérez Lazo son dos lajeras que simbolizan la perseverancia.
Sus edades pueden ser las que ellas quieran, porque son de las que hace mucho rato dejaron a un lado esa cuenta de años para sumar sobre ellos voluntad y alegría y cuando digo rato, estoy descontando más de siete décadas.
¿De dónde sacan tanta fuerza? No lo sé, más sí reconozco en ellas lo que la mayoría de personas distinguen: un buen carácter y voluntad, esenciales para echar a un lado malestares y situaciones adversas y sobre ellas plantarse como perpetuas ceibas.
Las vi recientemente en una asamblea de las mujeres lajeras. Allí estaban ellas altivas, auténticas como siempre, junto a compañeras de la vieja guardia y a otras muy jóvenes que quizás no conozcan sus historias, pero que les valdrá bien aprender de ellas.
La receta para tanta vitalidad, está en el desafío que han sabido aceptar a través del tiempo, en esa manera soberana de crecer ante las dificultades, en el amor que profesan a la familia, los amigos y al trabajo, al que han dedicado sus mayores desvelos.
De pequeña estatura, pícaras a más no poder, solidarias, atentas y dispuestas son estas hermanas, que a diario siguen haciendo historia, porque para ellas hacer el bien no es un slogan, es su esencia.
