El 10 de julio de 1902 nació en Camagüey el poeta cubano Nicolás Guillén. Como hijo de alguien conectado con el oficio de la imprenta, curiosamente aquel alumbramiento nos regaló al poeta y periodista.
Y a lo largo de su existencia, y muy después de su deceso, el hombre seguiría teniendo un lugar en los medios de difusión, en las denominadas redes alternativas, pero sobre todo en los libros, aquella eternidad que se adelanta como escribió Martí.
Y esa permanencia seguirá viva en tanto perdure la obra social y humana a la cual Nicolás Guillén entregó versos y aliento vital. Y lo hizo con audacia, a la manera tan suya de validar el lenguaje popular y el sentir de la inmensa mayoría, fijándolos en signos definitivos para que sean temas-problemas perdurables, constantes, prioritarios, de las academias.
Aquello que el prejuicio clasificó como marginal, obsceno y atrasado, terminó siendo costumbre y contenido identitario en la poesía más comprometida que se conozca. Todo en Nicolás Guillén constituye emancipación, libertad y justicia; porque supo enfrentar prejuicios o de desigualdad.
La poesía de Nicolás Guillén concibió un hogar en cada compatriota de esta tierra. Pocas veces el verso tuvo tanta intervinculación con la música. El Son Entero encierra en un título la suerte y la magia de la transposición artística. Por eso, no fueron pocos los creadores que se conectaron desde el principio con ese universo sonoro de Guillén, para dejar piezas memorables en la historia de la música cubana.
La Revolución democratizó la cultura, y así cristalizaron muchos sueños de Nicolás Guillén, que laten en esa poesía indispensable. Como pueblo, nos identificamos en la extraordinaria síntesis de pigmentos y de ideas. En Sóngoro Cosongo, publicado por primera vez en 1931, el poeta quiso adelantar el día en que nos reconociéramos mestizos todos, definitivamente con el color cubano.
La victoria extraordinaria del primero de enero de 1959 confirió en el calendario heroico la jornada que tanto reclamaba la poesía guilleniana. Y 118 años después de su nacimiento, mucho tiene que hacer Nicolás Guillén en este Caribe de los equilibrios necesarios, para que jamás zozobre este barco casi de fantasía que navega por el mar de las Antillas.