Como fervientes camaradas del pueblo trabajador se levantan cada amanecer ante la comprometida contienda listos a custodiar y salvaguardar, a instruir y guiar, a promover el orden general y el sentido de del compromiso.
Orgullosos se engalanan con el uniforme que los distingue como hombres y mujeres integrantes de la Policía Nacional Revolucionaria, ejército del pueblo, que por estos días redoblan el quehacer de su faena diaria.
¿Qué esperanza los anega? La más trascendental y para ellos significativa, que cada medida establecida por el Estado cubano, valga de admirable enseñanza, instruya y se cumplan a cabalidad.
Ellos andan y desandan calles y comunidades convencidos de que con su labor aportan tanto a favor en la batalla contra la Covid-19. Se les ve sumergidos en pruebas fehacientes que ponen al descubierto la valía de los agentes del orden público resueltos a no defraudar al prójimo, acaudalar la calma y salvaguardar la tranquilidad ciudadana.
En este contexto su llamado es a ser juiciosos y pensar en la problemática de salud actual tan peligrosa y perjudicial para el mundo.
Por siempre guardianes de la seguridad de esta patria solidaria y bondadosa, desde sus puestos de trabajo se adjudican tareas a través de las cuales ratifican con certeza defender audazmente ante las fuerzas del mal al recurso más importante: El humano.
La Policía Nacional Revolucionaria en la mayor de las Antillas procura la salvación de los hijos de un pueblo ante el nuevo coronavirus y acrecienta con hechos dadivosos la frase del filósofo griego Aristóteles: ¿Cuál es la esencia de la vida? Servir a otros y hacer el bien.