Aquel hombre vistió a la lucha con el equipaje de la paz y conquistó a un país. Gandhi concibió una patria a partir de dos sueños primigenios de la humanidad: la independencia y la paz. En esa tarea sin final previsible andamos todavía miles de millones de seres en el mundo. Al caer hace 74 años, víctima de odios, de fanatismos, de la conjura global de los poderosos, el planeta supo que le estaban fusilando la esperanza.
La sencillez de Gandhi fue toda su grandeza. Llevó el hábito de los pobres: mantón y pampanilla. Posesiones no quiso jamás. Comía vegetales con sorbos de leche de cabra y zumo de frutas. Hizo de la unión con su esposa, una relación fraternal digna de ser ejemplo. Democratizó la resistencia, transitando por el alma de la lucha. Todavía sorprende aquella Marcha de la Sal, donde a lo largo de centenares de kilómetros, desde Ahmadabad hasta el mar, se le unían por miles al Mahatma como por encanto, plantando emoción y cara contra el poder colonial y contra el abuso de los impuestos. En la playa dicenpropuso evaporar agua para obtener la sal. En la lucha, Gandhi concibió enseñanza, unidad, taller.
Antes de que insurgiera el Padre, la India supo de voces escasas, a menudo elitistas, que hablaban de libertad en inglés y a escondidas. Gandhi lo hizo a su modo, involucrando a las masas, sin ocultarlo a sus enemigos, exponiéndolo en sánscrito la lengua de la inmensísima mayoríacon lo que le confirió un altísimo contenido cultural y de autoestima colectiva a la batalla formidable por la independencia de la India. De igual modo quiso que convivieran juntos, bajo el mismo cielo y sobre la misma tierra, hindúes y musulmanes, en lo que tal vez será la tarea inconclusa, quizás inacabable de Gandhi.
La tarde del 30 de enero de 1948 iba al acostumbrado rezo vespertino, límpido, libre y sin temor. Un extremista hindú, quién sabe si cumpliendo una orden lo asesinó alevosamente. El hombre de la desobediencia pacífica construyó desde entonces un hogar en los libros, en el cine, en el ensayo fotográfico, en la idea de la libertad compartida por lo mejor de la humanidad en cualquier tiempo y en cualquier confín. Eso significa precisamente Mahatma: Alma Grande. En esa dimensión infinita aún vive Gandhi, fundador de un pueblo, camino de la emancipación del mundo.
