Considerada como una úlcera lineal o pequeña rotura de la mucosa del ano que produce dolor, hemorragia y picazón en la región anal, tiene una incidencia similar en ambos sexos y generalmente se diagnostica en adultos jóvenes, aunque puede observarse a cualquier edad.
Aunque es rara en pacientes menores de 20 años, suele ser la causa más común de sangrado durante la defecación en el niño. Las fisuras anales son extremadamente comunes en niños pequeños y los estudios sugieren que el 80% de ellos ha sufrido de una fisura anal durante el primer año de edad.
Dichas fisuras usualmente cicatrizan de manera espontánea y no requieren tratamiento médico específico aparte de una buena higiene en los pañales. La incidencia disminuye rápidamente con la edad y son mucho menos comunes en la edad escolar.
La fisura anal puede parecer sin causa aparente en un paciente sano o ser diagnosticada en individuos portadores de otras patologías como la enfermedad de Crohn, la tuberculosis, sífilis u otras infecciones de transmisión sexual y el SIDA.
En el caso de los adultos, el estreñimiento es la principal causa de fisura anal, particularmente por el paso de heces grandes y duras por el ano, aunque también puede ser producida por diarrea prolongada o inflamación del área anorrectal.
El dolor es el motivo de consulta principal de estos pacientes. Es intenso, acompaña a la defecación, persiste minutos u horas tras la misma y con bastante frecuencia se presentan mínimos sangramientos por el recto.
Es importante que los pacientes conozcan que en las fisuras de larga evolución es frecuente el aumento de la secreción anal y picazón, lo cual puede condicionar que se manche o ensucie la ropa interior. En numerosas ocasiones estos pacientes refieren estreñimiento, el cual puede ser descrito como el síntoma de inicio.
Otros síntomas que pueden presentar estos pacientes incluyen la presencia de sangre en la superficie de las heces fecales y en el papel higiénico, así como la visualización de una fisura en el ano, cuando se examina esta región.
La exploración física de la mucosa rectal, permite diagnosticarla prácticamente en el 100% de los pacientes. La inspección constituye el paso más importante, debe ser cuidadosa y se lleva a cabo mediante la separación correcta de los glúteos. También pueden emplearse pruebas diagnósticas como la anoscopia y la rectoscopia, es decir el estudio endoscópico del ano y del recto.
Para el tratamiento de la fisura anal aguda existen actualmente diferentes opciones terapéuticas, con resultados clínicos muy variables en la literatura, y que abarcan desde el tratamiento con medidas higiénico-dietéticas hasta la cirugía.
Cuando hablo de tratamiento o medidas higiénico-dietéticas, me refiero a las medidas que deben adoptar estos pacientes para evitar el estreñimiento y facilitar la defecación de forma no dolorosa y traumática.
Es necesario explicar que para combatir el estreñimiento es recomendable el consumo frecuente de agua, jugos de frutas naturales, así como una dieta rica en fibras donde prevalezcan las frutas y los vegetales.
En el caso de la fisura anal establecida, a estas medidas se le suman los baños de asiento con agua tibia, lo que favorece la curación en un 85-90% de los casos con fisuras agudas. No obstante, el paciente debe ser siempre valorado por el especialista en coloproctología.
No quisiera culminar sin antes resaltar a los pacientes que padecen o han padecido fisura anal que ante la presencia de esta afección anal, deben acudir al médico de familia, quien los valorará y remitirá al coloproctólogo.
Además quiero decirles que en el caso de una fisura anal que no responde al tratamiento conservador debe ser reexaminada por el especialista para determinar si existe alguna razón evidente para la falta de curación.