Fidel, la historia misma

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“Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados.”

                                                                                                             José Martí. 

Hablar de Fidel no es fácil, no es cuestión de una cuartilla, un momento, un día; pero hablar en pasado para mí es casi imposible.

Se trata del líder de la Revolución Cubana, el hombre que ha hecho historia, el estadista que ha marcado a dos siglos con su impronta plena de humanismo y de sensibilidad. El hombre que desafió su tiempo, el peligro en sus más diversas formas y hasta las estrategias para su muerte que otros calcularon.

Desde el Colegio de Belén donde estudió, vaticinaron que tenía madera y de él nacería un artista; y es que realmente el arte habita en quienes deciden anudar los sueños con la perspectiva de fraguar el bien de sus semejantes.

Fidel, nombrado así de sencillo por su nombre nada más, es titular en Cuba y en cualquier parte del mundo. Su presencia en cualquier sitio acaparó la atención de todos, y como diría una vecina de mi natal Santiago de Cuba, cuando el aparecía la escena era toda suya.

Con él sucede algo casi increíble, miren, se puede decir Rafael, Nicolás, Andrés, Mariano, y pueden ser al oído cualquier persona, pero cuando se dice Fidel, al instante, una piensa en uno, el de Cuba: Fidel Castro.

Aunque no es periodista titulado, es obvio que esa profesión lo arropa, es evidente. Desde la Universidad hurgué en su Periodismo y la tesis de grado me permitió conocer al joven que asumió la palabra para combatir los desmanes que padecía el país y para defender la verdad. Pasión y valentía habitaron en los artículos que escribió con tamaña estatura profesional, con luz e inmediatez para hacer caminos en favor de los humildes.

De esa etapa de mi investigación recuerdo el parecer de Pedro Trigo, quien lo definió con certeza como alguien especial y único, también a Gloria Cuadras, que a su decir distinguía al líder revolucionario y al conocedor del periodismo, a Enrique de la Osa que guardaba con cariño las anécdotas de su presencia en la Sección en Cuba de la revista Bohemia y Jorge Enrique Mendoza quien lo definiera como el máximo exponente del periodismo insurreccional en Cuba y a quien debo la inspiración de mi tesis.

El periódico La Calle, que dirigiera el político ortodoxo Luis Orlando Rodríguez fue testigo de enardecidos artículos en los que Fidel emprendió una campaña de denuncia política contra los desafueros de la tiranía. En ellos dejó su aliento y visión de la realidad que vivía Cuba desde la manera directa y sin tapujos que siempre le caracterizaron.

Tuve la oportunidad de entrevistar dos veces a Fidel, ocasiones en que los nervios se hicieron presente, no fue fácil tener tanta historia ante una. Principiante en el Periodismo encontré la sabiduría de quien comprende el rigor de ese instante para quien comienza.

Me cuesta, me cuesta y costará nombrarle en pasado, porque a él como a Martí acudo con frecuencia, como la hija que va ante el padre en busca de consejo, como quien sabe que encontrará siempre la razón para hacer más luz en lo que escribo.

No hay ni habrá pretérito para Fidel, no lo quiero en estatua, no preciso de fotos en un lugar donde repose alguna flor, ni su nombre en una escuela u otra institución, prefiero saberlo en la mente para que siempre florezcan las mejores ideas y más justas, en el corazón para que siempre habiten el humanismo y la sensibilidad, en el carácter para que a nadie se le ocurra imponer antojos. Prefiero llevar su legado en el alma y el hacer y saberlo en todas partes, en cada espacio de este planeta que desde el 25 de noviembre de 2016, ya es diferente y huérfano.

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