Estrés, la otra epidemia del siglo XXI

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La frase: “estoy estresado” se ha hecho popular en los últimos meses en el leguaje cotidiano de los cubanos. Las personas acuden a ella ante los nuevos escenarios difíciles en el contexto familiar, laboral y de pareja que se presentan en la dinámica diaria; en la mayoría de los casos relacionados con la pandemia de la Covid 19. Esta tendencia no pertenece exclusivamente a Cuba.
Actualmente es frecuente encontrar, en las sociedades modernas, sujetos que intentan reconocer las señales nocivas del estrés incluso sin ser evaluados por expertos en la rama de la Psicología o Psiquiatría. Algunos se autoevalúan a partir de datos extraídos del Internet, otros compran los denominados “libros mágicos de autoayuda”, o escuchan pseudodiagnósticos de personas no entrenadas en este campo, que se autodenominan autoridad en la materia por su experiencia empírica.
A partir de esta situación nos encontramos frente a varias interrogantes ¿Estamos preparados para reconocer cuándo estamos estresados? ¿Podemos afrontar los síntomas sin ayuda profesional? ¿Hasta dónde es verídico lo que leemos en Internet o escuchamos a diario? Estas y otras preguntas surgen frente a un tema que se ha agudizado ante la presencia del nuevo Coronavirus y que hoy pone en peligro la salud mental de miles de seres humanos en el mundo.
En un fenómeno como la pandemia los efectos en las personas se manifiestan de manera distinta y dependen del momento en que se encuentren en su trayectoria vital. Los niños y adolescentes, los pacientes con trastornos de salud mental o aquellos, como personal de salud, que estén sometidos a una fuerte presión son los grupos más vulnerables. Sin embargo los síntomas asociados varían de una persona a otra en dependencia de la representación del problema y los recursos adaptativos. Asimismo, la reacción que cada uno puede tomar diferentes formas, pero es importante saber que en episodios de estrés existe una respuesta subjetiva que, en general, toma la forma de una emoción.
Se puede vivir, por ejemplo, como ansiedad, pero también como tristeza, angustia, rabia. Si bien el estrés es una condición a la cual todos nos podemos ver expuestos, hay una reactividad fisiológica frente a la amenaza que va a generar un estado emocional que puede tener muchas formas y no solamente como emociones, sino que también como un estado de ánimo. Así, cuando este es negativo, toda la percepción de la realidad estará sesgada, pero la persona no necesariamente será consciente.
El estrés durante un brote de enfermedad infecciosa puede incluir miedo y preocupación por la propia salud y la de los seres queridos, cambios en los patrones de sueño, alimentación, dificultad para concentrarse y depresión.
Ante tal escenario es importante tener la capacidad de mantenerse en contacto con amigos y seres queridos, tener cuidado con exponerse a demasiadas informaciones para no sobresaturarnos y mantener una estructura de actividades y organización diaria, que contribuyan a la estabilización anímica y emocional.
Nuestro país posee un sistema de Salud gratuito, con profesionales competentes a disposición de la comunidad. No arriesgar nuestra salud mental y consultar los expertos es, sin dudas, la actitud más recomendable y sensata. El estrés es hoy la otra epidemia que pone en peligro a la humanidad, combatirlo con inteligencia es tan importante como la lucha por extinguir a la Covid 19.

 

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