La agricultura es uno de los sectores que lleva en sí misma heridas del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba hace más de medio siglo, cuyos daños al país superan los 330 millones de dólares.
Tal medida es un acto de guerra en tiempo de paz contra Cuba, que limita metas del sector agropecuario e impide el cumplimiento cabal de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Aunque algunos insisten en decir que lo del bloqueo es cuento y prefieren nombrarle embargo, el bloqueo es bloqueo. No se trata de una orden judicial emitida para asegurar mediante la retención de bienes, el cumplimiento de una obligación contraída legítimamente, es un flagrante acto de guerra, adoptado en el marco de la Ley de Comercio con el enemigo de 1917, cuya aplicación no se justifica en tiempo de paz.
El bloqueo es otra pandemia. Asfixia, acorrala, estresa. Su peso está ahí en todos los órdenes de la sociedad. El área de las ciencias vinculado al sector agrícola, es un ejemplo de ello. En el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas, ubicado en San José de las Lajas, afecta áreas de conocimiento, impide publicaciones de científicos cubanos, frena adquisición de reactivos, insumos, piezas de repuesto, equipos de laboratorio para desarrollar bioproductos.
También obstaculiza el desarrollo de investigaciones por no tener acceso a recursos que pueden definir la calidad de resultados. Investigadores cuyo trabajo es notorio no han podido participar en Congresos porque se les ha negado esa posibilidad, al igual que investigadores o universidades norteamericanas interesados en establecer relaciones con instituciones cubanas, se les ha prohibido.
El bloqueo está ahí, inmóvil y sus gestores siguen tras el empeño de sofocar esta isla. Es una batalla durísima que solo quienes la resisten saben que no es cuento. Tantísimas veces ha sido condenado ante las Naciones Unidas pero, permanece ahí, obsesivamente dispuesto a seguir sofocando a cubanas y cubanos.
A pesar de esa cruda realidad ocasionada por una ley absurda, desequilibradamente prolongada, por acá se sigue haciendo ciencia y apostando al desarrollo. La agricultura lleva en sí misma los azotes de un verdugo llamado bloqueo, pero a diario quienes despiertan al Sol aúnan talento y voluntad para fraguar soluciones y empinar el optimismo en esa pretensión de hacer Cuba.