La Ley Helms-Burton, ocupa titulares y ha puesto a bailar a quienes se sienten favorecidos con la activación del título 3.
Ese proyecto legislativo nombrado “Ley para la libertad y la solidaridad democrática cubana”, contempla la internacionalización del bloqueo; la negativa de créditos y ayuda financiera a países y organizaciones que favorezcan o promuevan la cooperación con Cuba; dificultando la inversión extranjera en la isla.
Esa Ley contraviene además varios actos del derecho internacional que regulan las relaciones políticas, económicas, comerciales y financieras entre los Estados, y atenta contra la libertad de comercio e inversión.
Más allá de esas aspiraciones alentadas por quienes insisten a toda costa en recrudecer el odio y aislar a la mayor de las Antillas, una realidad late al ritmo de ese engendro diabólico que viola flagrantemente las leyes y los derechos humanos del pueblo cubano, la Constitución de los Estados Unidos y varias normas jurídicas de esa nación.
La pretensión de la Helms Burton es sabida por cubanas y cubanos: infundir inseguridad y marcar el maquiavélico propósito de obstruir el destino de Cuba; solo que a los nacidos en esta tierra, el tema no les asusta, y hablando “a lo cubano” acá no se come miedo.
De Antonio Maceo llega a este siglo con total vigencia el pensamiento intransigente de aquel guerrero que no aceptó paz sin independencia y que NO se entendió con quienes acorralaban a Cuba y mancillaban su honor.
Por tanto, esta vez, tampoco hay entendimiento. Contra Cuba, no hay nada que hablar. Cuba no se rinde ni se vende y sí se mantiene firme en el camino escogido hace 60 años.
Aun cuando el inquilino de la Casa Blanca insiste en asfixiar a esta isla, debe estar consciente delrechazo mundial al bloqueo que su gobierno insiste en mantener a la mayor de las Antillas y es evidente que su recrudecimiento con la Lay Helms Burton, calificada como “ley garrote” tendrá como respuesta un NO rotundo de la comunidad internacional.
Los días corren y el cacareo del otro lado se cobija en la pretensión de triunfalismo, exceso de entusiasmo que encuentra una barrera en la voluntad de cubanas y cubanos de seguir adelante, de triunfar desde la razón, desde los principios, con el decoro y la entereza de los que saben que ante el hostigamiento y el odio se impone una muralla de dignidad y un sentimiento universal que nos hace inmune ante el odio revuelto y brutal, con el que nunca nos vamos a entender
Fuentes:
Ecured
cubadebate