El sionismo es incompatible con el humanitarismo de la cultura judía

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En defensa de Bodart dieron testimonio una veintena de referentes, entre ellos el economista e investigador Claudio Katz. “La tramposa asociación del antisemitismo con el antisionismo -o con cualquier crítica al Estado de Israel- busca criminalizar la solidaridad con el pueblo palestino.

Esa confusión es particularmente perversa, porque olvida que las víctimas palestinas de las matanzas sionistas comparten la misma raíz semítica de los pobladores judíos”. La querella que iniciaron las organizaciones sionistas de Argentina. Lo demandaron por las críticas que expuso a través de simples tweets contra el Estado de Israel. Allí expresaba su indignación por la atroz violencia que impone en la región.

Me pareció obvio que defender la causa palestina no puede ser un delito y que se estaba vulnerando el derecho de expresión. Como soy de origen judío, me resultó particularmente chocante la banal y arbitraria acusación de antisemitismo. Bodart, yo e incontables militantes de muchas corrientes somos antisionistas, pero no antisemitas. Son dos cosas muy distintas.

El antisemita es un racista que rechaza al judío por su pertenencia a cierta comunidad. Es la misma conducta que tienen los que discriminan a un negro, a un árabe, a un musulmán o a un boliviano.

Los socialistas somos internacionalistas, compartimos un ideal de igualdad y solidaridad entre los pueblos y nunca podríamos ser antisemitas, anti negros, anti árabes o anti bolivianos. Adoptamos una posición política antisionista, que es coherente con nuestra postura antiimperialista.

Por eso hay que diferenciarlos. El judaísmo es una religión, una cultura o una tradición de un pueblo diseminado por muchos países. En cambio, el sionismo es una ideología colonialista que justifica la expropiación de los territorios palestinos, con extravagantes teorías de pertenencia de esa zona a los inmigrantes judíos. Los antisionistas nos oponemos a ese colonialismo, sin adoptar actitudes antijudías o antisemitas.

Y para ser más precisos nos oponemos a la política del Estado de Israel, sin ser anti israelí, de la misma forma que rechazo las agresiones imperialistas de Estados Unidos sin ser antiestadounidense. La tramposa asociación del antisemitismo con el antisionismo -o con cualquier crítica al Estado de Israel- busca criminalizar la solidaridad con el pueblo palestino.

Esa confusión es particularmente perversa, porque olvida que las víctimas palestinas de las matanzas sionistas comparten la misma raíz semítica de los pobladores judíos.

Actualmente las comunidades judías de mundo no afrontan ningún peligro significativo. Los sionistas resucitan el miedo al antisemitismo en numerosos países, para erosionar la convivencia y la mixtura de los judíos con otras colectividades.

No solo propician esos antagonismos para fomentar la emigración a Israel. También generan un clima de persecución interna dentro de la colectividad judía, contra quienes rechazan esa política de auto segregación.

La simple búsqueda de coexistencias e integraciones es mal vista por los forjadores de una identidad separada. Presentan a los críticos de ese aislamiento como traidores, que “se odian a sí mismos”. De esa forma exacerban las viejas modalidades del nacionalismo reaccionario para justificar el despojo colonial en Medio Oriente, con reivindicaciones misioneras del “pueblo elegido”.

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