No había podido escribir sobre el profesor Emilio. Son esos imposibles que responden a ciertos nudos que no permiten plasmar las ideas en blanco y negro.
Empezaré por decirles que Emilio nos recibió un día en la Universidad. Nosotros un grupo de profesionales de distintas especialidades, él un profesor amantísimo de su oficio. Nosotros, principiantes en una Maestría, él, incansable educador que demostró cuán importante es perseverar en los sueños.
Sus clases eran las más extensas, siempre en ellas dejaba la reflexión en cada uno de los estudiantes, nos mostró que el sacrifico conduce a los mayores logros, que ha de tenerse una mirada clara, un instinto incansable en la investigación y sobre todo disciplina.
Del profe Emilio recibimos cordialidad, comprensión y regaños, porque a los adultos también se les regaña, se les enseña, se les educa, nunca es tarde para eso, y eso siempre lo hizo nuestro “profe”.
En nuestro grupo estoy segura se sintió bien, muy preocupado por cada estudiante, cuando algo no le parecía acertado, llamaba, escribía un mensaje y siempre encontramos a la persona bondadosa, recta pero sensible, capaz de sentir nuestros problemas y de ayudar con los más acertados consejos.
Emilio ya no está y yo no había podido escribir sobre él, no lograba hacerlo sin que una lágrima inoportuna apareciera pero hoy, hoy comprendí que es imposible no traer al presente a quien corroboró ese precepto martiano que dice que la enseñanza es un acto de infinito amor.
Al Doctor en Ciencias Alejandro Emilio Ramos Rodríguez, profesor consultante fundador del Centro de Estudios de Desarrollo Agrario y Rural (CEDAR) continuador en el Centro de Estudios para la Gestión del Desarrollo (CEGED) con una amplia trayectoria académica e investigativa en el área del desarrollo lo recordaremos siempre.
Este día del educador en que no está físicamente habita en la memoria de quienes aprendimos a quererle y respetarle, su familia, sus compañeros de trabajo y sus alumnos. Gracias profes Emilio por todo y por tanto.
