El problema es saber salir del problema. No vale la pena contar las dificultades, parapetarse en la angustia de los momentos difíciles, mencionar los equívocos, si no hacemos hasta lo imposible por sembrar sobre lo adverso las posibles soluciones, sino unimos ideas y buscamos entre todos como hacer más llevadera la vida.
Casi a punto de culminar un año, tenso a más no poder, marcado por carencias, una inflación que no se desinfla, descontento de unos, empecinamiento de una pandemia que ha hostigado y hostiga a todo el mundo pero, también un año que muestra el humanismo y sensibilidad de los que insisten en crear soluciones para salvar vidas, un año que revela a tantos hacedores del bien, hombres y mujeres que no descansan tras el empeño de dar luz a la esperanza.
No debe tener lugar el pesimismo y sí el entendimiento y la razón. Del cielo la lluvia, por tanto las soluciones desde acá, donde resultan imprescindibles socorrer todo tipo de carencias entre ellas la calidad, la cortesía, el respeto, la disciplina, la sensatez.
El bloqueo es una espantosa realidad que nos golpea y casi nos estrangula. A la par de su carácter genocida está la capacidad de resistencia de un pueblo (nosotros) que no ha perdido la sonrisa, la capacidad de ingeniársela para reinventar lo ya inventado y seguir ahí, ahí, como canta Van Van.
Pero a esta historia le hace falta más pulso, y no se trata de repetir una consigna, de “Ponerle corazón a Cuba”, se trata de sentir desde muy dentro la necesidad de hacer por Cuba, de hacer desde donde estamos, de hacer todos desde la unidad, el concilio de ideas, el deseo de que todo esté bien, al menos con lo que tenemos, que resulte lo mejor posible.
La calidad en el pan que se elabora, el trato afable de cualquier persona que preste servicios, la limpieza del lugar que frecuentamos, el respeto a todos, he ahí una parte de la historia que nos falta por concretar.
El problema es real, lo tenemos, tal parece que no escampa y todo se torna difícil pero, la vida nos ha demostrado que hemos enfrentado otras encrucijadas y de ellas hemos salido. No podemos parapetarnos tras la angustia de esta crisis económica que nos propina gaznatones, tenemos que erigirnos sobre lo adverso y cambiar todo lo que deba ser cambiado para sentar de una vez el mejor camino.
Entusiasmo que nos asista como ha sido costumbre por la culminación de un año, porque a pesar de todos los pesares, aquí estamos, somos Cuba, esta pequeña gigante isla, blanco de odiadores pero también de millones de seres humanos que nos estiman.
Cerremos un año y desde ya tracemos nuestro plan, metas y sueños para el 2022, seamos mejores personas, hagamos patria desde la virtud que nos arrope y la voluntad que nos anima. El problema es, saber salir del problema, entonces, entre todos fragüemos la maravilla.