El Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba

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El congreso resulta prioridad de toda vanguardia revolucionaria. Tras 10 años de constituido su Comité Central, ante los inevitables retos en los órdenes económico, político, social y laboral, el Partido Comunista de Cuba precisaba el recuento de su reciente historia, y fijar pautas para el futuro. Y siempre a partir del escenario de Cuba, en la primera trinchera de contención en América del imperio más agresivo de la historia.

La máxima dirección hablaba ya por entonces de deformaciones, como esa tendencia de asumir funciones administrativas. No sería el único inconveniente. Tras el duro revés en la zafra de 1970, con la cual se ensayó un posible inicio de independencia económica del país, no quedó otra alternativa para disipar los efectos del cerco que insertarlo dos años después en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) de los países socialistas.

Y las naciones del bloque amigo se regían por planes quinquenales concertados. El año 1975 hasta ofrecía la posibilidad de empezar a instrumentarlos en Cuba en cifras cerradas. Pero el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, debía estudiar también la implementación de capítulos inminentes: la institucionalización, redactar una nueva constitución, aplicar una nueva división político-administrativa, y establecer los órganos locales del Poder Popular.

Varios dirigentes del este socialista europeo estuvieron en Cuba en el período precedente. Las visitas de Leonid Ilich Brézhnev y de Erich Honecker, por ejemplo, sentaron las bases de un mundo de intercambios que radicarían las relaciones en un breve plazo. La magna cita de los comunistas cubanos, como usualmente se le denominaba, coincidía igualmente con el proceso de independencia en África de las colonias portuguesas.

Como se sabe, de manera explícita, Fidel reiteró en el histórico foro el compromiso internacionalista de Cuba. Allí se encontraban numerosas delegaciones invitadas, algunas de ellas de países socialistas donde muchas veces se interpretó la colaboración militar cubana con los movimientos de liberación nacional como un escollo en la política de coexistencia pacífica. Era la invariable costumbre de la Revolución de exponer límpidamente sus principios.

El paso de 45 intensos pero heroicos años, les confieren valor patrimonial a los documentos derivados del evento. Entonces nacieron la Plataforma Programática, y las Tesis y Resoluciones. En ese registro necesario estaría sin falta el Informe Central presentado por Fidel.

Los 3116 delegados cubanos y los hermanos del mundo que les acompañaron en aquel hermoso encuentro decembrino de 1975, se reunieron en el antiguo teatro Blanquita, luego Charles Chaplin, renombrado Karl Marx a partir de entonces. El frontispicio de la célebre pieza edilicia de la capital cubana, registra la firma del Moro, el creador genial del comunismo científico.

Y por aquellos días, un hermoso himno por encargo, ahora prácticamente olvidado, enardeció al estado colectivo de espíritu del Primer Congreso: “Hacia nuevas victorias”, del maestro Frank Fernández. Sería pertinente recuperarlo por la memoria, como igualmente para refrendar su utilidad a propósito del VIII Congreso ya en el umbral.

Y el Comandante invicto clausuró a su modo el Primer Congreso: desde el indeclinable contacto con las masas. Allí volvió a denunciar artilugios del enemigo histórico de la patria. Y confesó a sus hermanos que aquel día de congregación fue tal vez el día más feliz de toda la Revolución. Seduciendo, alertando, instruyendo, el líder amado fijó definitivamente en el futuro la idea de realizar cualquier sueño, con las herramientas del amor y de la lucha.

 

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