El odio nunca será el camino

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El odio nunca será el camino porque existen otras vías. Estoy a favor de Cuba, de la tierra que nos vio nacer a quienes estamos aquí y a quienes decidieron continuar sus vidas en otros lugares del mundo.
Acostumbro a decir lo que pienso y a respetar a quienes piensen diferente. No ofenderé a persona alguna que no coincida con mi criterio porque cada quien es libre de pensar y decir, es un derecho inalienable.
Sin embargo, me descubro, ya no ante el clamor de quienes salieron a la calle el pasado 11 de julio, me descubro ante conocidos que desde tamaña distancia esgrimen ofensas y burlas de manera arrolladora, sentencias, de todo, de todo; entonces recuerdo la fábula de mi abuelo: “El odio nunca será el camino” .
No soy ajena a la realidad de mi país, vivo en él y siento el peso de las carencias, de la pandemia, y la añoranza de prosperidad que todos nos merecemos. Me fastidió la ausencia de electricidad, me abruma buscar lo que necesito y no encontrarlo, no tener medicinas y aun con mejoría de salario no poder resolver los problemas a plenitud porque salario y precios no se entienden.
Es cierto que más de 6 décadas acuñan la experiencia del sistema social cubano, en el cual ha dejado y deja huellas el bloqueo, (que no todos reconocen y unos cuantos tildan de “excusa”) y por otra parte la ineficiencia, los propios obstáculos que a lo interno se crean y en ocasiones se arropan de justificaciones.
¿Que si quiero un mejor país? Sí. Lo quiero porque somos millones de cubanos los que merecemos ver el respiro en esta nación. Si el gobierno de Estados Unidos suspende el bloqueo corresponderá demostrar entonces, que era la piedra atorada en el zapato, y caminar mejor y aprisa, será entonces lo que defina el andar. Dejará de ser “excusa de acá” como se dice pero, eso está por probar y no depende de este lado de la orilla.
No comulgo con la violencia, con ningún tipo de violencia. Es inadmisible. Un vecino me comentaba el otro día: hay que tener el pantalón bien puesto para escuchar que te griten y ofendan, que te amaguen y no responder ni corresponder. Para algunos eso es provocación pero, hay que apretarse la nariz y una oreja, para que no se equivoquen las manos de lugar.

De la fábula, la lección


De niña mi abuelo me contaba una fábula. Decía que una vez en un bosque encantado donde todo era armonía, comenzó una sequía extrema. Los animales comenzaron a culparse unos a otros, los que vivían en la montaña culpaban a los del llano y viceversa. Así pasaron días y noches en los que gestaron ofensas y se prepararon para la guerra.
La situación había llegado a tal extremo, que olvidaron la armonía en que habían vivido cuando todos eran amigos. Llegaron a odiarse de tal manera, que de tantas injurias perdieron la voz pero, un día, la noche estremeció cada espacio de aquel bosque. Aparecieron relámpagos, truenos y tras ellos un inmenso aguacero.
Entonces los animales de la montaña pensaron que la culpa no era de los del llano. Los del llano se dieron cuenta que a quienes veían como enemigos realmente no lo eran. Comprendieron entonces cuanto tiempo habían perdido atribuyéndose culpas, y lo peor ya ni se podían entender, porque perdieron sus voces.
Decidieron unirse, y aun cuando no podían comunicarse como antes, aprendieron a entenderse y a respetarse. Un sentimiento sublime, el amor y una sabia decisión el respeto, permitieron que en el bosque volviera a reinar la armonía. Aprendieron que El odio nunca será el camino.
Lo suscribo hoy. Estoy convencida que El odio nunca será el camino. Elegimos donde hacer nuestras vidas, elegimos a los amigos, elegimos también lo que vamos a hacer por el bien propio y el de los demás pero, lo adverso no puede privarnos de la razón y el odio no puede ajustar nuestros zapatos y mucho menos nuestra actitud.

 

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