Hay personas que ocupan un lugar especialísimo en nuestras vidas, su huella nos acompaña y más de una vez recurrimos a su impronta en ese afán de perpetuar cuánto de ellos aprendimos.
A propósito de la proximidad del día del educador quiero recordar esta vez a Reinaldo Fernández, para diversas generaciones de San José de las Lajas: El Nano, el profe de tamaña inteligencia que nunca dijo nunca, la persona afable y a la vez recta, exigente pero siempre comprensivo, compañero y amigo.
Fue un hombre sencillo y sabio, cuya persuasión fue quizás el estilo para sumar voluntades en los alumnos, en todos los que encontraron en sus clases un compromiso para vencer en la Matemática, como un atleta en su deporte.
Físicamente no está, pero sí su legado, porque sentó cátedra, respeto y amor; él tuvo por mayor joya a su familia, máximo regocijo: el trabajo con los estudiantes, vocación: el arte de enseñar y herramienta imprescindible: la pedagogía que se fragua en el corazón y el alma, porque como dijo José Martí: “La enseñanza, (…) es ante todo una obra de infinito amor”.
Hay personas que ocupan un lugar especialísimo en nuestras vidas, una de ellas fue el profesor Reinaldo Fernández, para todos, El Nano. Un educador que siempre estará en la memoria y que ha de tenerse en cuenta cuando se hable del mejor magisterio.
