El libro: el sueño permanente de Fidel

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Fidel, amante de la lectura, foto tomada de Granma

La grave crisis sanitaria actual impidió el pasado 2020 que tras su capítulo habanero, la Feria Internacional del Libro se extendiera por el resto del país.

Transcurrido un año, y aún lejos de que se disipe la amenaza, por primera vez en su historia, se suspende el suceso cultural más grande. Como en tantas pruebas, el principal inspirador de la fiesta de la lectura habría reclamado una solución creadora.

Recuerdo la primera Feria sin la presencia física del Comandante fundador. Era la número 26, casi un signo permanente en la saga revolucionaria de Fidel.

Y desde su partida a la inmortalidad, el hecho mismo supone el homenaje a quien dirigió la colosal obra de emancipación humana, del mayor y mejor ejemplo de democratización cultural conocida en el mundo.

Ya el pasado año, la dramática escasez de papel no logró coartar la realización de la Feria. La propuesta literaria buscó cauces en soportes tecnológicos de punta para difuminarse en el público lector.

El libro tiene aún rutas que recorrer por los caminos infinitos de las redes digitales del planeta. La idea de salvar los cuantos de hábitos de lectura, se corresponde con la existencia extraordinaria de un hombre que cambió destinos, actores y actantes.

Él mismo, un formidable lector, dispuso un sistema editorial para Cuba como para concebir una familia a su imagen y semejanza.

La creación de la Imprenta Nacional y la publicación de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, supusieron el ejercicio grande con claves misteriosas de la bella lengua española, y el simbolismo tal vez expreso de asumir una aventura de participación colectiva, enfrentando entuertos y gigantes.

Estaba explícito en La historia me absolverá, el alegato de autodefensa de Fidel, y en la inspiración apostólica de Martí: “Ser culto es el único modo de ser libre”.

Y para el libro multiplicado, se concibieron millones de lectores con la campaña de alfabetización y con cada página de instrucción y de sensibilidad, donde siempre estuvo y seguirá estando el Comandante.

Su noventa cumpleaños implicó un esfuerzo para autores, editores, ilustradores, diseñadores, promotores, para todo el mundo de la imprenta, que en su tiempo sedujo tanto a Martí.

En los libros, siempre Fidel

En su muerte, prevaleció la voluntad expresa de que no cristalizara culto alguno a su persona. No habrá plazas ni calles con su nombre, pero sí tendrá hogar perpetuo en los libros.

Para cualquier tiempo posible, sabrá trascender aquel formidable proyecto “Fidel entre nosotros”, la colección por los 90 años del Comandante en Jefe, que tendrá que seguir cristalizando en anecdotarios y en el necesario estudio de su pensamiento.

Como nadie, Fidel cumplió el reclamo de Mariátegui de hacer del marxismo por estas tierras creación heroica. Eso debe concretarse en la obra escrituraria en cualquier soporte.

Como escribí en otro momento, declarar socialista al proceso revolucionario cubano a solo 90 millas de Estados Unidos, no deja de ser una proeza. Pero requirió mayor audacia hacerlo tras los errores alevosos del stalinismo.

El Instituto de Historia de Cuba, la Casa Editorial Verde Olivo, la Editorial Capitán San Luis y la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado patrocinan en la Feria el espacio “Nuestra  historia y Fidel”.

Suspendida ahora ante la dramática eventualidad epidemiológica del mundo, el tributo al fundador debiera cristalizar en la palabra viva, en aquella eternidad que se adelanta (como el Apóstol calificó al libro), la empresa inacabable de quien concibió la más hermosa de las revoluciones, perdurable por concepto, eterna en el sueño de conquistar toda la justicia.

 

Fidel, amante de la lectura, foto tomada de Granma

 

 

 

 

 

 

 

 

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