Esa es la imagen que conservó en la memoria del encuentro con el Comandante en jefe en el Instituto Politécnico Amistad Cubano – Soviética, ubicado en los años 90, en el capitalino municipio Playa, centro donde cursé la carrera técnica de Diseño Mecánico.
Su presencia en ese plantel educacional estaba relacionada con una tarea que se le había asignado a parte de la comunidad estudiantil de ese Instituto, ensamblar bicicletas chinas.
En su estancia en el área destinada para ese trabajo recuerdo que conversó con muchos de los alumnos, indagó sobre las condiciones para desarrollar esa actividad, tocó temas más personales con algunos y a cada respuesta prestaba extremada atención.
Fidel es sin dudas un líder innato, capaz de arrastrar multitudes, lo supe ese día en que la vida me dio la oportunidad de conocerlo.
Su sencillez, su pasión por el pueblo, su grandeza, se presentaron ante mis ojos cuando para asombro de todos se montó en una de las bicicletas ensambladas por manos inexpertas, supe entonces que él confiaba plenamente en los jóvenes y experimente una suerte de orgullo por tenerlo al mando en la construcción de nuestro sistema social.
De mis años de estudiantes conservo recuerdos muy gratos como mi participación en la pizarra humana de los Juegos Panamericanos de La Habana en el año 1991, pero ese encuentro con Fidel Castro marcó definitivamente mi vida.