Todo cuanto le suceda a las personas en la Tierra guarda muchísima relación. Y es que somos parte activa de la naturaleza.
A finales del pasado año, el mundo se vio acechado por un enemigo invisible: el SARS- CoV-2 que ha provocado la COVID-19. A partir de ese entonces, varias son las acciones que se desarrollan en más de 180 naciones para evitar el contagio. La operación común se centró en el confinamiento; por tanto, se multiplicaron las jornadas laborales desde casa.
Según las investigaciones sobre Medio Ambiente, con la paralización de la actividad industrial debido a la COVID-19, disminuyó la contaminación, ya que se redujo a una cifra ínfima el número de fuentes contaminantes que difunden las empresas.
Y aunque resulte contradictorio, se percibe en las ciudades un aumento de desechos plásticos, ya sean pomos vacíos que en algún momento tuvieron geles antibacterianos, mascarillas o guantes, elementos que se han convertido en objetos esenciales para la protección de la humanidad; pero que al verterlos en cualquier sitio se vuelven nocivos para el entorno.
Tal y como lo afirmó Inger Andersen, economista y ecologista danesa, Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente: “El covid-19 de ninguna manera tiene un lado positivo para el medio ambiente”, según afirma la especialista, los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, no son más que temporales, ya que se deben a la trágica desaceleración económica y al sufrimiento humano.
Se plantea que durante este período de enfrentamiento a la pandemia, disminuyeron las emisiones globales de los gases de efecto invernadero debido a que se restringió el transporte; pero aumentó el uso residencial de la energía debido a que las personas cumplen su jornada laboral desde el hogar.
Durante esta larga etapa de casi un año, se restringieron las emisiones de forma significativa; pero la pandemia es aún un problema grave de salud que no se puede valorar con resultados positivos.
Hay quien plantea que al alejarse las personas y quedarse en casa, los animales asaltaron la ciudad y las aguas se volvieron cristalinas.
Lo cierto es que el confinamiento no será definitivo. Algún día todo volverá a la vida normal, por lo que es preciso hoy, adoptar una actitud responsable con el medio ambiente. Esa serás tal vez la enseñanza que nos transmitió la COVID-19.