El Benny, la creación perpetua

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Desde su partida aquel frío 19 de febrero de 1963, el Bárbaro del Ritmo vuelve a la vida una y otra vez de la mano de la creación perpetua. ¿O es que jamás se marchó realmente, y nos sigue concediendo páginas de cubanidad, para fijarnos en el alma y en el pensamiento las mejores esencias de la Patria? Lo cierto es que el Benny no puede conjugarse en tiempo de muerte, ni siquiera admite un sintagma en pasado.

Aún se tejen anécdotas y hasta mitos sobre la enfermedad que lo aquejaba. El más importante investigador sobre Benny Moré, el musicólogo José Reyes Fortún, insiste en que padeció desde muy temprano de cirrosis hepática, y es muy posible que fuera congénita. ¿Le habrían advertido los médicos desde el principio que las bebidas alcohólicas complican el cuadro clínico? Es casi seguro que eso jamás pueda saberse o confirmarse.

Como suele ocurrir en la existencia de los grandes, ese capítulo de vida no escapa de especulaciones. En tanto algunos sospechan incluso que el Benny aceleró ese proceso final, otros aseguran que se esforzó por frenarlo y revertirlo, que se acogió al tratamiento y luchó por vivir.

Aunque la iconografía lo expone demasiado maduro, como de edad avanzada, el Benny solo vivió 43 años. Nicolás Guillén recordaba entonces que los favoritos de los dioses mueren jóvenes.

Con el boom de la salsa latinoamericana y caribeña de los años setentas y principios de los ochentas, el más grande cantor popular cubano de todos los tiempos encontró una excelente estación para el regreso.

El sonero venezolano Oscar D´León lo difuminó en triunfo por el mundo entero, y lo validó entre los jóvenes muchos años después de su muerte. En 1983, en su único viaje a Cuba, le dispensó tributos, y hasta bailó y lloró en el escenario junto a la madre del Benny. El Óscar de la Salsa aún registra en obra y en palabras el reconocimiento al intérprete de las más exactas células rítmicas de su tierra.

La casa donde vino al mundo, el cabildo congo de Santa Isabel de las Lajas, incluso la tumba en aquel, su rincón querido, debieran ser sitios de peregrinación. Transitar por los parajes queribles del Bárbaro del Ritmo, supone un viaje por el centro de lo cubano, y nadie debiera desentenderse de ese privilegio. Desde su distancia no deja de animarnos, de inspirarnos, de extendernos el deber de defender a Cuba con las herramientas del hacer, de la inquietud, de la música, la más bella forma de lo bello como escribió Martí. Cincuenta y nueve  años después de su paso a la eternidad, el Benny nos consagra como nunca a la vida.

 

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