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El 10 de Octubre: la tanta luz que no se apaga

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Años después, el Apóstol de la independencia dirá que el 10 de octubre de 1868 se cumplieron los misterios más puros del alma. La investigadora, ensayista, pedagoga cubana Marlene Vázquez Pérez, lo significa justamente como un milagro que vibra en lo más profundo de la historia del país.

En un discurso ante la emigración revolucionaria en 1887 en conmemoración de la fecha, José Martí habló de aquellos ricos que se desembarazan de su fortuna para pelear por el decoro humano. Ahí estaría ese hermoso secreto con el cual la poesía describe lo cubano, tal vez marca exclusiva de esta tierra real y maravillosa.

El enemigo no pareció nunca entender la génesis de esa renunciación ejemplar por la dignidad de un pueblo que acude definitivamente al concierto universal de los libres. Pocos días después del Grito de Independencia, el cañonero español Neptuno bombardeó al ingenio Demajagua que, como se sabe, se encontraba bastante cerca de la costa.

Entonces, como ahora, encarar el terrorismo y la calumnia resulta un hecho concurrente para los revolucionarios cubanos. El régimen colonial pretendió desde el principio envolver en bruma a la epopeya, como si fuera posible apagar la tanta luz. Y ensayó el linchamiento mediático contra los próceres, una práctica tan distendida hoy.

Remontando límites de siglos, recobra resonancia a cada rato la leyenda integrista de un Céspedes completamente arruinado, que para librarse de sus deudas dio un golpe de mano el 10 de octubre de 1868 y alzarse con la gloria de un país. Pero no fue únicamente eso. En una carrera desenfrenada de insultos, lo acusaban de bígamo, de monstruo que daba de bofetones a su madre y que le disparó un tiro a su padre.

La histeria incontenible del enemigo, por supuesto, también apuntó contra otros nombres, igualmente ilustres de la historia de Cuba. Unos muy conocidos, como Francisco Vicente Aguilera, el hacendado más rico del Oriente, que murió pobre en tierra extranjera. Otros lamentablemente casi olvidados por la historiografía tradicional, como el intelectual Francisco Muñoz Rubalcaba, que alcanzó los grados de brigadier, a quien la prensa española señalaba como prófugo de la justicia, buscado por cuatrero y por falsario.

Pocos días después del levantamiento en Demajagua, comenzó a circular el periódico El Cubano Libre. Con ese propio nombre renació más de una vez en momentos distantes entre sí. El régimen despótico lo calificaba de procaz y tabernario. Para vindicarlo, basta la justa causa que defendía, o el mester poético de su director, José Joaquín Palma, para muchos, orgullo de tantas partes.

En uno de aquellos discursos conmemorativos del 10 de octubre de 1868, José Martí aludía a pedantes que tiran piedras contra el tiempo fundador, a enanos vestidos de papel que vejan el cadáver heroico. De cuando en cuando, el anexionismo trasnochado parece volver a la carga. Pero aún oficia aquella vocación de grandeza que el Apóstol describió con el poder de la tempestad en la mano y la limpieza del cielo en la conciencia.

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