Cuando el magisterio va en el alma

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El color cenizo de sus cabellos advierte el paso de las estaciones. Elevada como las cumbres, diáfana como agua de manantial en su fuente inagotable de nociones y sentidos. Ella enciende la luz del camino infinito en el cual se inician sus pequeños pupilos.

Ana Zulia González Guerra es de esas personas que no las intimida  el paso del tiempo, a sus setenta años de edad continúa ejerciendo como educadora de primer grado en la escuela Mártires de San José. Mantenerse frente de la  pizarra,enseñar a leer, escribir y calcular la llenan de regocijo y satisfacción profunda, sin embargo, rememora tiempos tempestuosos en sus inicios.

Esta tunera de nacimiento, pero lajera de corazón, con apenas 15 años se traslada hacia La Habana donde comienza a estudiar en el Instituto de Pedagogía Alfredo Miguel Aguayo.

Ana Zulia revive un día cargado de historia y simbolismo: la visita de Fidel al centro escolar donde se formaban los primeros maestros populares. Posteriormente es reubicada en Camagüey donde continúa su formación; época de anhelos y dificultades que supo sortear e imponerse sin mas escudo que el deseo innato de impartir el magisterio.

Comienza a ejercer la profesión en el intrincado municipio Esmeralda, donde por vez primera recibe a 40 niños de primero a sexto grado. De regreso a su tierra natal Ana Zulia continúa imponiéndose a  diversas pruebas.

Con el tiempo su familia decide instalarse en la actual provincia Mayabeque, donde comienza a trabajar en el municipio de Güines para luego brindar sus conocimientos y su amor durante 35 años en las diferentes escuelas de las comunidad es más intricadas.

Por su vehemente y afanosa entrega a la profesión ha recibido importantes reconocimientos como el de clase destacada y las medallas:La distinción por la educación cubana y la Rafael María de Mendive, las cuales atesora con mucho orgullo pues representan el esfuerzo del trabajo y el compromiso.

Ana Zulia González Guerra reconoce la realidad de estos nuevos tiempos. Su presencia frente al aula refleja una mezcla de perfectos matices: la pureza de su amor por la profesión y el brillo de esperanza que destellan sus ojos, más su amor por el magisterio ocupa cada día de su vida, ella es de las que decide con cada amanecer dar lo mejor de sí.

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