Hoy se celebra el Día Internacional de la juventud, instituido desde el 17 de diciembre de 1999, cuando la Asamblea General de Naciones Unidas mediante la resolución 54/120 cumplió las recomendaciones de la Conferencia Mundial de Ministros de la Juventud efectuada en Lisboa el año precedente.
Este día es preciso hablar de los jóvenes, auténticos protagonistas de su tiempo, fuerza que crece desde el ímpetu de la mocedad y abraza con nobleza cada tarea para hacer la mejor obra.
Este día es preciso hablar de quienes en Matanzas escribieron las mayores páginas de heroísmo en un combate desigual frente al fuego, empecinado en cambiar el curso de los días en esa ciudad y en toda Cuba que siguió con dolor lo acontecido en la base de supertanqueros.
Los testimonios están ahí, revelan historias conmovedoras, en las que voluntad, compromiso y coraje estuvieron a toda prueba pero, también están las ausencias de aquellos que arropados de valor pararon a ser héroes cuando casi empezaban a vivir.
Este Día Internacional de la Juventud, al menos a mí, me duele su celebración, aunque reconozco la importancia de la efeméride que sirve para reconocer a los más destacados, a quienes desde su hacer defienden la paz, la justicia y ese país mejor que nos merecemos.
Sirva este 12 de agosto para hacer un alto en nuestras vidas, es válido tomar unos minutos y llegar desde nuestro pensamiento hasta Matanzas, donde la solidaridad ha marcado pautas, la juventud ha dejado huellas imperecederas y ha demostrado su grandeza ante la mayor adversidad.
Aplausos a quienes seguirán haciendo historia, aplausos a quienes en ella se inscribieron como mártires a fuerza del valor y la grandeza que los hizo gladiadores ante un adversario desmedido. Honor y gloria a todos esos jóvenes soles.