Hace nueve años el destino como artífice de la vida unió en matrimonio a los lajeros Noreidy Fernández Gálvez y Alejandro Martínez Torres. Estas almas gemelas se fusionaron por amor, semejanzas en cuanto a carácter, gustos, laboriosidad y esa pasión que los lleva desde años a ser reconocidos donantes voluntarios de sangre.
Noreidy Fernández Gálvez es laboratorista del Centro Nacional de Sanidad Agropecuario (CENSA) de San José de las Lajas. Hace siete años comenzó a donar sangre porque un compañero de trabajo necesitaba un grupo sanguíneo específico y casualmente era el suyo.
Así emprendió este viaje sin retorno a un mundo de altruismo para mejorar estados de salud y salvar vidas. Su sangre O negativa acumuló donaciones hasta ser captada por especialistas del Hospital General Docente Leopoldito Martínez para donativos de plasma.
“Las donaciones son un regaló especial, no se puede sustituir la sangre por un producto químico; necesariamente tiene que ser así. Hay que ser muy humano para colaborar con el estado de salud de otras personas confesó con relación a este acto la destacada trabajadora.
Una motivación similar hizo que Alejandro Martínez Torres donara por primera vez a los 19 años de edad. B positivo es el grupo sanguíneo de este trabajador por cuenta propia de la capital de Mayabeque que ya acopia alrededor de 80 donaciones de sangre y 72 de plasma.
Pero como toda meta requiere sacrificio y el esfuerzo siempre trae una recompensa estos lajeros por ser donantes de plasma reciben dieta alimenticia, estimulación salarial, chequeos de salud cada seis meses y prioridad en caso de necesitar algún día una donación de sangre.
Noreidy y Alejandro para realizar este acto requieren una recuperación de tres meses y de 12 a 15 días para donar plasma. También exige una alimentación balanceada, un peso corporal adecuado y un óptimo estado de salud.
Estas almas gemelas se sobrepusieron en 2016 a la rotura del equipo en San José de las Lajas, hicieron la solicitud en Güines, fueron aceptados y una vez al mes con sus propios recursos realizan su viaje hacia ese terruño para sentir el gratificante sentimiento de auxiliar a quien lo necesite.
Donamos juntos porque es más grato cuando estar acompañados y además ante cualquier impedimento o malestar nos podemos apoyar, confesó Martínez Torres.
El destino como artífice de la vida unió los brazos de estos guerreros para irradiar amor y existencia como el rojo intenso de esa sangre que aviva el alma y da esperanzas.