Más allá del silencio, de la tristeza, recurría a la memoria cada página devenida historia en que sobresalía aquella muchacha con mirada de ángel, voz delicada y sonrisa de luz.
Despojada de toda atadura a la clase social que pertenecía, decidió sumarse a los que desafiaron el peligro, a aquellos que decidieron a toda costa conquistar la libertad y sobre ella plantar nuevas ideas, bienestar, igualdad, avances.
Fue Vilma, una mujer de todos los tiempos, presente en la lucha clandestina, protagonista de su generación, activa constructora de ese nuevo camino que emprendió Cuba desde 1959.
A la Federación de Mujeres Cubanas dedicó hasta su último aliento, en ella dispuso amor y consagración en esa perspectiva de unir voluntades para fortalecer el protagonismo femenino, la unidad de la familia y el sano desarrollo de la infancia y la juventud.
Siempre tenía para todos una sonrisa, y esa desmedida ternura que distinguió su proceder, fue ella la dirigente que amaron las federadas, respetó todo un pueblo, que renuncia a llorar su ausencia porque sabe puede vivir en cada buena obra que realice.
Este día que recuerda su adiós, trae a la memoria a la heroína, pero también a la persona sencilla que fue, a la cubana amante de sus raíces, fiel a la patria a su historia.
Dejó un hermoso legado, acicate para ser mejores que ayer, inspiración para seguir haciendo caminos por un futuro mejor.
Como escribió José Martí: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.”