La temporada ciclónica inició el 1 de junio y se extiende hasta el 30 de noviembre. Durante la mitad del año estamos expuestos a eventos meteorológicos. Es decir, que a lo largo de una parte importante de nuestras vidas corremos un peligro cierto, probable, tangible.
Que la palabra aruaca huracán se haya mundializado explica un fenómeno consustancial de esta parte del mundo desde el amanecer de los tiempos. No son pocos los historiadores que buscan trazas de ciclones en las bitácoras colombinas. No olvidemos que el primer viaje del Almirante en 1492 al Nuevo Mundo fue en temporada ciclónica.
El ciclón es un sistema de bajas presiones que necesita determinadas condiciones para desarrollarse. Los meteorólogos apuntan generalmente una alta temperatura en el mar, superior a los 27 grados Celsius. El trópico las reúne especialmente, aunque alguno que otro fenómeno haya actuado fuera de sus límites formales.
La relatoría conocida pudiera denotarnos los meses más peligrosos de la temporada, como igualmente corroborar y analizar experiencias para contrarrestar sus efectos.
Una cultura ciclónica fija las gradaciones de estos sistemas como también las fases establecidas para cada momento: informativa, alerta, alarma y de recuperación. La preservación de los bienes, pero sobre todas las cosas de vidas humanas, son el medidor en Cuba de la eficacia del enfrentamiento a los ciclones tropicales.