“Quien quiera pueblo, ha de habituar a los hombres a crear”.
José Martí
Aceptar el papel de Delegado del Poder Popular entraña un compromiso social de una dimensión extraordinaria. Cambiar todo lo que puede y debe ser cambiado en el barrio es el mayor desafío para quienes asumen ese rol, sobre todo, en el contexto actual de la sociedad cubana signada por complejas transformaciones sin precedentes en el último medio siglo.
Sin embargo, cuando la tarea se admite desde el corazón pueden construirse historias como las narradas por Yoel López Hernández y Raúl Mario Sarduy, dos de los delegados del Poder Popular de San José de las Lajas, participantes en el Taller de Trabajo Comunitario Integrado celebrado en este mes de junio en San José de las Lajas.
Yoel, el Maestro
A una parte del Consejo Popular Sur de la capital de Mayabeque se le conoce entre la gente como, El barrio del tibor, pero en otra época también le llamaban La Simbarimba, nombre que respondía a la manera alegre y optimista que tenía la gente de enfrentar la vida por más difíciles que fueran las circunstancias. Así lo evocó en el encuentro el delegado de esa demarcación, Yoel López, un joven maestro de 19 años de edad.
Quizás, este muchacho tiene en la sangre el espíritu gozoso de sus coterráneos de antaño, al punto que logra contagiar a los demás con su premisa de que, “si se quiere, sí se puede”. Y ahí está la clave del éxito en su gestión.
“En la circunscripción 66 los factores de la comunidad no estaban activos ni unidos, así que me di a la tarea de reagruparlos, aunque no fue fácil. Comencé convocando las reuniones mensuales con la participación de todos los actores, incluyendo la trabajadora social y los promotores culturales”.
Entre las iniciativas de Yoel sobresale una expo tendedera con recortes de artículos y caricaturas del periódico Mayabeque y de otras publicaciones en las que se refleja la vida de los lajeros, de los cubanos. Tal creación viaja por los barrios y se mezcla con los olores y los sabores de la vida cotidiana de la gente, que ahora se identifica mejor con el proceso de transformación que experimenta la sociedad.
“En mi circunscripción comenzaron a solucionarse poco a poco y entre todos, las problemáticas acumuladas por años. Por ejemplo, en la avenida 69 había una situación con una tubería tupida. Se trataba de un planteamiento histórico de la población. Imagínate, cuando llovía las casas quedaban inundadas causando muchas molestias a los vecinos. Y con el concurso de los propios vecinos se logró gestionar la tubería nueva, el permiso para hacer los trabajos en la calle y finalmente se resolvió el problema”.
Aunque dispone de poco tiempo libre por encontrarse cumpliendo con el Servicio Militar General, Yoel recorre el barrio de una punta a la otra cada vez que puede y se interesa por todo, pero en especial por los asuntos que perjudican al colectivo.
Su presencia enciende una chispa de esperanza hasta en los más descreídos, pero no siempre fue así.
“Cuando me eligieron como Delegado algunas personas decían: pero si es un muchachito, cómo nos va a ayudar. Luego vieron mi sentido de responsabilidad con la misión. A mí me gusta la fiesta y hacer lo que cualquier joven, pero cuando uno tiene un compromiso debe cumplirlo.”
El mismo ímpetu que lo llevó a ocupar la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) en el Instituto Pedagógico Pedro Albizu Campo de Mayabeque, donde se graduó hace un año, le acompaña ahora en su tarea como Delegado.
Yoel es un muchacho con chispas en los ojos y en los gestos. Su voz potente y apasionada contrasta con su cuerpo menudo y aparentemente frágil. Sabe que representar al pueblo en estos tiempos no es precisamente un camino de rosas, pero tiene agallas, confianza y voluntad.
“Cuando asumo una responsabilidad es para llegar a la meta, hasta el final. Soy de las personas que no se desaniman con facilidad y ante los tropiezos busco la salida, la respuesta o aplico el plan B posible, pero para adelante siempre”.
En septiembre Yoel López Hernández comenzará a trabajar como maestro de tercer grado en la escuela Primaria Mártires de San José, labor que combinará muy bien con su función como Delegado del Poder Popular.
Cuenta 39 años, es un trabajador y vive en la comunidad de Ganuza con sus tres hijos. Se llama Raúl Mario Sarduy, pero en el barrio le dicen: el Delegado. Más allá del papel que aceptó desempeñar, este hombre es, por sobre todas las cosas, un líder popular como pocos.
“Al principio decían, miren al loco ese como chapea, como recoge basura, como hace cosas… ahora somos unos cuantos locos. En primer lugar, nos dimos a la tarea de crear un plan de acción enfatizando en las diferentes problemáticas que afectaban la vida de la población”.
El pueblecito de Mario se levanta en medio de una llanura roja distante a casi 15 kilómetros de la urbe lajera. Allí escaseaban las opciones recreativas y en ausencia de la infraestructura necesaria para proporcionar el disfrute sano del tiempo libre, la gente inclinaba la balanza hacia las indisciplinas que afeaban el entorno y ponían en peligro la armonía del barrio.
“Entre todos cambiamos ese lugar y la manera de pensar de la gente”, afirmó orgulloso en el Taller de Trabajo Comunitario Integrado, encuentro que aprovechó para mostrar en una especie de reportaje audiovisual los frutos de su buena siembra.
“En Ganuza no teníamos un parque infantil, ni un punto de venta en pesos convertibles; el consultorio estaba deteriorado por el tiempo y la falta de mantenimiento, y la escuela también estaba en malas condiciones. Y miren ahora, indicó a la pantalla de la computadora…”
Ante nuestros ojos transcurrieron los nueve testimonios que él mismo recopiló con la ayuda de la hija mayor, quien hizo las veces de productora y camarógrafa. En el audiovisual nos mostró un lugar totalmente cambiado donde hoy la enfermera y el maestro agradecen el hecho de trabajar en condiciones idóneas y ofrecer un mejor servicio.
Embellecen la nueva cara de la comunidad de Ganuza un parque hecho de ramas y neumáticos cansados de rodar en la vía. Se trata de un sitio singular que resultó del esfuerzo y el ingenio colectivo, y donde hoy habitan la risa, el canto y la alegría.
Competencias deportivas, ventas y presentaciones de libros, audiencias públicas sobre los temas más diversos y otras actividades hacen del sitio “un mejor lugar para vivir y criar a los hijos”, asegura Raúl, quien insiste en defender y preservar a toda costa lo logrado.
“No hacemos nada con crear las condiciones y luego no cuidar. Y soy muy exigente con mis electores en ese asunto. También hago lo posible por despertar y mantener la solidaridad entre los vecinos. Esa mujer que vieron en el video, se le quemó la casa y entre todos se la reconstruimos. Miren ahora qué feliz está”.
Y con este cierre conmovedor Raúl Mario Sarduy nos premiaba nuevamente con la lección de su colega Yoel López: “si se quiere, sí se puede”.