La víspera, el jefe de la Casa Blanca elogió a Putin por la organización de ‘uno de los mejores mundiales de fútbol’ en la historia de esos eventos.
Pero, acto seguido, declara con mucho aire simbólico en un twitter que aunque Rusia ofrende Moscú, en Estados Unidos van a considerar que es insuficiente y deberá buscar también la entrega de San Petersburgo.
Con declaraciones como esa, pocos pueden pensar en las positivas intenciones de un diálogo en Helsinki, que se realiza en privado y solo con traductores, a petición de la parte norteamericana.
Un diario finlandés, en un artículo a dos manos, advertía ayer que Putin y Trump deben corresponder al llamado ‘espíritu de Helsinki’, es decir, aunque en un principio parezca imposible, finalmente debe salir un resultado positivo.
Las dificultades las crean esta jornada los propios temas de discusión. Ambas partes coinciden en la necesidad de abordar asuntos como Siria, Ucrania (en la visión rusa) y los nexos bilaterales.
Washington insiste en debatir sobre una supuesta injerencia rusa en los asuntos internos de Estados Unidos, un tema que salpica no con sus mejores gotas a Trump, quien se dispone a analizar una controvertida acusación contra 12 militares rusos.
Como trasfondo de las pláticas, Washington sacó a flote la supuesta responsabilidad de 12 rusos en la interceptación de comunicaciones y páginas web norteamericanas para manipular los comicios de noviembre de 2016.
Otros asuntos como la observancia de los derechos humanos, la violación de convenciones diplomáticas o la apropiación indebida de propiedades de la embajada rusa en Estados Unidos, son temas que le interesan a Moscú, pero no precisamente al país norteño.
Como afirma el propio Trump, en esta ocasión le toca dialogar con un competidor y no precisamente con un enemigo, aunque la Casa Blanca hace todo para demostrar lo contrario.