Ronal quiere ser payaso (+Audio)

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Me cuesta un poco de trabajo imaginar la anagnórisis de su rostro tras un disfraz. A pequeños sorbos me adueño de su plática enmudecida por la timidez, visible desde que cruzamos las primeras palabras. Ronal y Trompolín son la misma persona – me revela con una sonrisa asomada entre nervios y entusiasmo-.

A través de sus ojos con forma de avellana descubro la genuina expresión de quien atrapa un sueño cuando habla de actuar, de hacer reír a los niños y de convertirse en todo un profesional en el arte de payasear, porque Ronal, quiere ser payaso.

Me propongo llegar a lo más intrínseco de su esencia, crear ese espacio de confianza necesaria, le hablo de mis miedos escénicos también, se asombra e inicia a ráfaga con el monólogo de su historia.

“Nunca, como otros niños, le tuve miedo a los payasos. Mi barrio fue mi primer escenario, salía de mi casa con una jaba en mano, imitando a Pánfilo para divertirme y divertir a mis amiguitos. Ese era mi juego preferido”. – me cuenta-.

“Hace unos tres años un compañero de la escuela que actuaba como payaso, me embulla para empezar a estudiar teatro en la casa de cultura y fue allí donde por primera vez actué como payaso”.

“Cuando actúo soy feliz, no tengo pena, es como si Ronal se escondiera detrás de Trompolín, miro al público y disfruto ver la cara de risa de los niños, como se divierten mientras hago magia, algún juego de participación o alguna payasada”.

“En ocasiones mi familia también forma parte del público, y me siento cómodo cuando están. En mi casa todos me apoyan en la idea de ser payaso profesional y de ingresar en la Escuela Nacional de Arte (ENA) o la Escuela Nacional de Circo, aunque mi mamá todo el tiempo me dice que actuar es bueno, pero que primero los estudios que eso no lo puedo descuidar”.

Percibo en sus palabras que Ronal no descuida nada, estudia cada guión, agrega siempre algo suyo, porque sabe que improvisar forma parte de los méritos de una buena actuación y cuida el lenguaje porque reconoce que la vulgaridad nada tiene que ver con el humor.

– Con una mezcla de jocosidad y picardía me cuenta – “Tengo varios trajes, que cuido mucho – sobre todo de mi hermano pequeño”.

Para Ronal Lilú, Chicharita y otros payasos del territorio constituyen referentes. Creció dibujando, aún sin saber, su propia actuación en cada una de las presentaciones de estos artistas, en una etapa en la que formaba parte de los espectadores.

Cuando asume el personaje de Trompolín -me cuenta- “…no solo me disfrazo y pinto, también cambio la voz, la risa”. Una enajenante expresión se adueña de su fisonomía y entre técnicas aprendidas y el encanto de su mocedad de apenas 13 años crea un mundo de fantasía en los más disimiles escenarios.

Con una aparente última bocanada de aliento concluye su historia, y esgrime además como premio final una sonrisa. Reconozco la magnitud del reto de contarme sus sueños, cuánto de timidez ha enfrentado, le agradezco   correspondiendo a su gesto.

Me quedó ávida de saber más de ese mundo alegre que asoma Ronal a través de Trompolín, le pido para concluir me regale un saludo de su personaje y se desdobla ante mí con la magia absoluta de quien nació para ser un artista.

 

 

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