La relación precio-calidad es un asunto también por ordenar, necesario y generador de satisfacción, teniendo en cuenta la realidad que vive hoy Cuba
La inconmensurable avalancha de los nuevos precios a partir de la llegada de la hora cero, es hoy motivo generalizado de preocupación.
El aumento del valor comercial de uno u otro producto, incluso 5 veces por encima de su costo anterior, es tema de conversación en cada esquina, espacio público, establecimiento o cualquier otro escenario.
La tarea ordenamiento es un proceso aún en estudio, abierto a los criterios de la población y como tarea al fin del proceso revolucionario, concibe cambiar- como expresara Fidel en su concepto de Revolución – todo lo que deba ser cambiado.
Viejos problemas como la calidad del pan y el arroz de la canasta básica, o las bolas huecas de helados, productos todos subsidiados por el estado, y con un aumento significativo de su valor, vuelven a estar en la palestra pública, ahora, quizás con más fuerza, si tenemos en cuenta la no correspondencia de la calidad con el precio.
Exorbitantes también resultan los precios de los productos agrícolas por estos días, donde un mazo de lechuga puede costar 20 cup, una ristra de cebollas 500 y una cabeza de ajo hasta 6 pesos, por solo citar algunos.
Digno es de reconocer los mercados estatales surtidos por estos días, con buena mercancía y precios topados, hecho que habla de la voluntad gubernamental y del apoyo del campesinado a este nuevo proceso, aunque lamentablemente la demanda supera con creces la oferta.
En mi opinión, la hora cero llegó también para poner freno a los precios especulativos, para ordenar lo que hasta el momento pareciera no tener orden y lo más importante para echar a andar la economía cubana, increchente en un 2, 2 por ciento en el 2020.
Será necesario entonces un cambio de mentalidad, dejar de pensar que lucha para vivir el que nos roba una onza del producto adquirido, o lucra a costa del sudor del trabajador con precios abusivos o con un servicio no acorde con su valor.
Habrá que revisar viejas recetas de ofertas, servicios tanto en el sector estatal como en el privado, formas de repartir equitativamente los productos, e incluso el propio concepto de equidad, si fuese necesario y hasta la remuneración de algunos trabajadores de acuerdo a su labor.
Nuevos tiempos vive hoy la economía mundial y Cuba no está exenta, tiempos que exigen nula contemplación a lo mal hecho, mayor control y exigencia en el trabajo, menos burocracia y mayor eficiencia productiva.