La destreza de quien se desempeña ante un aula, enseña y educa develará posteriormente sus frutos en personas que abrigarán el bien como pauta de sus vidas.
En honor a esa virtud acudo a Rafael María de Mendive, maestro de maestros, símbolo de amor a la libertad, decoro, dignidad, justicia, preocupación por los humildes y pureza de pensamiento.
Creo necesario alimentar el espíritu de su sabia, esa que demostró en la formación ética y patriótica de su alumno y amigo José Martí, y es que el magisterio es un arte que va más allá de lo que contempla una clase, va más allá de acudir diariamente a un aula y de manera formal cumplir lo establecido.
El magisterio ha de cultivarse desde la preparación constante del educador, desde la sensibilidad misma que le permita conocer a sus alumnos con solo alcanzar su mirada.
Sobre Mendive escribió José Martí: “…aquel enamorado de la belleza, que la quería en las letras como en las cosas de la vida, y no escribió jamás sino sobre verdades de su corazón o sobre penas de la patria.”
Creo que en todos los que hoy y mañana tienen ante si la honrosa misión de enseñar está ese mensaje escrito desde otro siglo para este tiempo y el que ha de llegar: buscar la belleza desde nuestras almas y en lo que hacemos, con la verdad como herramienta para forjar personas de bien.