No estamos a salvo. En un mundo globalizado, cada vez más interconectado, con tendencia al neoliberalismo y en el corazón de una oleada de derecha en las Américas, la juventud es la diana en los intentos de desestabilizar a Cuba, estrategia que usan hoy con más fuerza que nunca.
En un mundo así, nos pueden salvar los principios, insistieron los jóvenes en el IX Congreso de la Federación Estudiantil Universitaria, que acaba de concluir en La Habana, y que entre los temas fundamentales que debatió estuvo la subversión político-ideológica, un concepto que se reactualiza como guerra de símbolos, no convencional, de cuarta generación…
Son otros nombres para el mismo fenómeno: intento desesperado de convertir, principalmente a las nuevas generaciones, en individuos sin historia, sin intereses políticos, que desprecien o suplanten su cultura. Sobre todo, que olviden que la Revolución fue un hecho protagonizado por jóvenes.
No es casual que los delegados del Congreso recordaran a Fidel, cuyo ejemplo significa rebeldía permanente frente al mundo del capitalismo; una rebeldía consciente, organizada, dirigida a destruir la sociedad de dominación y encaminada a construir la liberación, a que los jóvenes sean capaces de mejorarse a sí mismos y al mundo, y que el proyecto sea tan ambicioso como que resulte viable.
El Congreso también recordó el «delicioso despotismo», como llamó el periodista español Ignacio Ramonet al control de las mentes a través de la industria cultural norteamericana, una seudocultura que intenta modelar la opinión pública, los gustos y preferencias, sentimientos, la educación, la promoción, la difusión de noticias.
La subversión dirigida a los jóvenes tiene en Cuba un referente particular, con la apertura en el año 2015 de World Learning, un Programa de verano para jóvenes cubanos organizado desde Estados Unidos con el objetivo de convertirlos en «líderes» de un cambio de política en la Isla.
Alejandro Sánchez, exbecario de World Learning y estudiante de la Universidad de La Habana, explicó durante el Congreso cómo, una vez en Estados Unidos, los coordinadores del programa no ocultaron que los jóvenes cubanos eran una inversión e insistieron en la necesidad de que lograran aplicar en Cuba los proyectos que se les enseñaban.
Que el engaño no nos ciegue, dijo el muchacho que vivió esa experiencia. Fortalecer desde las aulas la preparación, mantener y defender nuestros valores e idiosincrasia, tienen que ser las prioridades de todos. Aferrémonos a nuestros principios.