¿Por qué estoy amando este país?

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“Nuestra recompensa se encuentra en el

esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total

es una victoria completa.”

Mahatma Gandhi.

Nuestras vidas han cambiado. Han dado un giro de 180 grados. A las 11 de la mañana estamos frente a un televisor,  para conocer los pormenores sobre la Covid-19, esa pandemia que resulta cada día nefasta.

Sobre ella se habla a diario y todavía es insuficiente, porque algunos se resisten a ser responsables e incumplen las medidas sanitarias establecidas para enfrentar a ese virus que dejas sus garras en nuestro planeta.

La vida nos ha cambiado y a penas comenzamos a darnos cuenta. Estamos ante algo desconocido que nos ha hecho cambiar costumbres, que ha marcado en mayúsculas normas de higiene imprescindibles y que no siempre tomamos en cuenta.

Se todo vemos sobre esta pandemia. Las redes sociales constituyen un panorama donde unos y otros dejan su parecer. Solidaridad, preocupación, fraternidad refieren algunos mensajes. Cada quien desde su orilla muestra preocupaciones, da frases de aliento y son muchos los que invocan a Dios para el amparo ante tal calamidad global.

A la par van otros, que hurgan cada espacio en nuestra isla a fin de dar luz a las manchas y a todo le encuentra la oscuridad que solo alcanzan sus ojos. Desde personas que esgrimen los más horrendos vaticinios, hasta los que critican todo lo que se hace por acá y desestiman el mérito de nuestros profesionales.

Mientras, yo terrenal como los 11 millones de esta Antilla mayor, me descubro contemplando la vida desde este mítico lugar que habito, la Micro, conjunto de edificios  con escasa belleza, donde viven personas de todas partes del Cuba, con diferentes maneras de ser, coincidencias y diferencias, pero desde hace unos días más unidas justo en la nocturnidad a la hora 9.

A diario son más los que se suman a los aplausospara reconocer a quienes dan su mayor esfuerzo en el combate contra la pandemia que desgarra a la humanidad. A los que aquí prestan ese servicios y a los que en tierras hermanas, desafían peligros por salvar vidas.

Y a esa hora se me olvida lo que no es bello, porque descubro una vez más el mensaje de ese libro imprescindible El principito: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.

No soy ajena a las carencias, a lo que no tenemos, a lo que necesitamos, a lo que aspiramos, a los múltiples sueños que aún tenemos prendado al alma. Esta pandemia que marca con letalidad a casi todo el mundo, de algún modo nos hace ver, nos da la posibilidad de apreciar la vida y de defenderla con garras.

Esta pandemia que deja tanta amargura, también nos da tiempo para meditar en cómo somos, que queremos y hacia dónde vamos. Cuán miserable es el odio que se vierte entre unos y otros, cuan desolador es cuanto hemos visto en distintas partes del mundo, las imágenes están ahí, fuertes, devastadoras.

Y todavía algunos vierten la mirada hacia nosotros para buscar todo lo que nos puede salir mal. Nos hostigan, nos abruman con comentarios que van de los insensible a lo grotesco. no entienden por qué estamos aquí amando a este país.

Estamos porque no zozobra el sentimiento, porque palpita el corazón y se nos eriza la piel ante una victoria por pequeña que sea, porque a pesar de los pesares sabemos que hay algo superior que nos puede hacer mejores: la unidad y el amor.

Amamos este país por encima de los vaticinios que no queremos escuchar, por encima de los silencios absurdos, por encima de las carencias, por encima de los que ni nos entienden ni nos quieren entender, por encima de lo que bloquea, pero no aniquila nuestros sueños y esperanzas.

 

 

 

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