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La violencia contra la mujer es un flagelo que azota al mundo.Cuba no escapa a esta triste realidad, pese a las políticas de igualdad de género que se aplican en la isla.

Cierto es que la mujer cubana goza de privilegios en la actualidad, concedidos tras el triunfo revolucionario y bajo el amparo de la carta magna, pero más allá de este intento gubernamental, todavía existe violencia contra la mujer.

No por antiguas, están olvidadas las manifestaciones de un patriarcado, de cuya herencia tenemos una fuerte raíz.

Las mujeres son todavía las que llevan sobre los hombros las labores de la casa y la atención de los hijos, además del trabajo en la calle en su gran mayoría, por solo citar algunos ejemplos.

La violencia de género tiene múltiples aristas, algunas dejan huellas visibles como las del maltrato físico, y otras sicológicas como las de la agresión verbal, no menos lacerantes que la anterior.

Tolerar, silenciar o justificar estas manifestaciones de violencia de género, en cualquiera de sus aristas es condenarse a vivir la tortura de la humillación a la que ninguna persona tiene porque estar expensa.

En Cuba está muy bien diseñado cómo ayudar a las mujeres que son víctimas de este flagelo y la Casa de orientación a la mujer y la familia es líder en esa labor que cuenta con todo el respaldo de las organizaciones políticas y de masas en cada territorio.

Soy de las que piensa que nada justifica la violencia contra la mujer, este tipo de acciones no pueden quedar impune y para ello las féminas en Cuba gozan de todas las garantías y el respaldo necesario.

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