Para que no muera la memoria

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Se cumplen 61 años de una página digna del heroísmo clásico: la Huelga del 9 de abril llevó abiertamente a las calles a trabajadores, a estudiantes, a gente de extracción variopinta, pero inequívocamente humilde.

Nuevamente un capítulo de la historia de Cuba se vistió de juventud, la que suelen denominar la favorita de los dioses. En definitiva, es de poetas y de soñadores apostar y hasta morir cuando se vive la flor de la existencia. Y la Huelga del 9 de abril aunó a la generación naciente como irrevocable simbolismo.

No fue la primera vez que un acto muy puntual por la emancipación se frustraba. La Huelga del 9 de abril confirió razones a cualquier proyecto de emancipación donde las armas fueran imprescindibles.

El hecho histórico convocado por la Dirección del Movimiento 26 de Julio, presidida por Fidel Castro, pretendía paralizar a la nación y desatar un movimiento de masas que propiciara el derrumbe de la dictadura de Fulgencio Batista.

Varias ciudades del país al unísono fueron sitios para acciones armadas. Y aunque no se logró lo propuesto, sí demostró la entereza de la nueva generación en su sana ambición de una Cuba libre e independiente.

Hoy vuelven los recuentos de lo que se hizo y de lo que no se pudo hacer. Se cuenta de aquellos bisoños solados en las ciudades, y muy especialmente en Sagua.

Sobre el hecho siempre sobresale que se luchó, murió y lloró en toda Cuba. En especial el pueblo lajero sintió la pérdida de dos de sus hijos Víctor González y Orlando Cuellar

Muchos libros hablan de la Huelga del 9 de abril, pero todavía pasa una historia oral no atrapada en textos, como aquella gloria clásica que se canta para que no muera la memoria.

 

 

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