“Voy por el mundo de un rayo de luz/ que dispara una hendija que mira hacia el Sol”.
Silvio Rodríguez
Quizás todo comenzó en Playitas de Cajobabo en 1977, cuando Fidel le concedió el milagro de ver mejor al campesino de 92 años Salustiano Leyva.
-¿Y con espejuelos no vería mejor?
-¿Con espejuelos?, quizás.
-¿Nunca ha ido a ver al oculista?
-Nunca
-Qué le traigan un oculista aquí para que conozca a los amigos…. ¿Así que somos hermanos y usted no me conoce?
Sin sospecharlo, Fidel encendía con aquel gesto hermosísimo la primera chispa al programa de desarrollo de la Oftalmología que comenzó a fines de la década de los 80 en Cuba, y se consolidó después hasta alcanzar a partir del 2004 el reconocimiento internacional con la Operación Milagro.
En enero de 1956 el servicio de oftalmología más completo del país se centralizaba en La Habana, en la Liga contra la ceguera devenida Hospital Oftalmológico Docente Ramón Pando Ferrer al triunfo de la Revolución, centro de la Salud Pública que constituye un paradigma de la excelencia en materia de tratamientos para la calidad de la visión, incluyendo la cirugía.
Este servicio se extendió paulatinamente a otras capitales de provincia hasta llegar a Mayabeque en el crepúsculo de 2016. De ahí que el 29 de diciembre de ese año se operaba de pterigium al primer paciente de la joven demarcación occidental en el Hospital Docente General Leopoldito Martínez de San José de las Lajas.
Los especialistas cubanos que laboran en esta moderna unidad quirúrgica contribuyen con su talento y dedicación a los avances del servicio oftalmológico en momentos trascendentales para la Medicina Cubana.
Algunos de ellos escribieron las primeras páginas de la Operación Milagro iniciada en La Habana hace más de una década, algo que les permitió acumular la experiencia necesaria para aclarar las miradas de los mayabequenses.
19 de marzo de 2016
9:00 am. La presión arterial está un poquito alta, dice la Licenciada de Enfermería Marilín Gómez Cairo, Jefa del Departamento de Cirugía Oftalmológica a Maritza Abascal, la mujer de 62 años que espera junto a otros cinco pacientes el momento de entrar al salón para decir adiós al molesto pterigium que empaña uno de sus ojos.
Otra especialista, la enfermera circulante Arletti González continúa verificando la temperatura y otros signos vitales a los pacientes restantes. Y mientras Marilín comprueba cada detalle antes de dar luz verde a las primeras cirugías del día, me ofrece algunos datos que avalan la eficacia de un servicio recién estrenado en el territorio.
Tenemos dos quirófanos con todo el equipamiento necesario. Y hasta hoy hemos hecho con éxito alrededor de 50 cirugías de pterigium y tumores benignos de párpados.
La catarata es un proceso normal del envejecimiento del cristalino. Este es el único órgano que crece durante toda la vida y llega el momento en que esa fibra no cabe dentro de la cápsula. Y como la tendencia es al envejecimiento poblacional en Cuba, la incidencia de la enfermedad también se incrementa.
Antes no teníamos esta unidad, ni las consultas con estas condiciones. Ahora sí, y el equipo médico se siente bien porque tiene en sus manos lo necesario para hacer el trabajo y hacerlo bien.
El electromédico José Manuel Choma coteja el estado de los equipos, y al mismo tiempo me los muestra como la confirmación de lo que yo esperaba y de lo que antes aseguraron otros especialistas.
El peterigium es una patología fibro vascular que se asocia fundamentalmente a la exposición al sol y a otras condiciones del ambiente. En dependencia de su estadio ocasiona ceguera pero esta puede tratarse con la cirugía, y en un mes el paciente se recupera. En el caso de la catarata el tiempo de recuperación puede ser hasta de tres meses.
Uno de los pacientes en espera es William Trujillo, un joven albañil de poco más de 30 años quien corrobora la tesis del médico. El calor, el polvo y el sol de cada día le provocaron el avance del pterigium que le impide trabajar bien y rápido cuando pasa el horario del mediodía.
Ya me operé de un ojo en el Pando Ferrer, y cuando supe que aquí llegó este servicio vine enseguida. Tengo confianza y espero salir bien.
Pasadas las diez de la mañana Maritza Abascal mantiene estable la presión arterial. Es una mujer jubilada de San Antonio de las Vegas, y se muestra muy tranquila a pocos minutos de entrar al salón. Ella será la primera paciente del día del doctor Miguel Ángel. Él no lo sabe, pero ya está listo para lo que mejor sabe hacer: devolver la claridad a la mirada.
-Nunca siente miedo durante una operación.
-Eso se va perdiendo con el tiempo, aunque no todos los pacientes son iguales. Me dice y así me devuelve la serenidad robada por el ecosistema del salón: su olor, el vestuario verde, aquellas paredes tan altas y pulcras…
Comienza el Milagro
En uno de los quirófanos el médico de Santiago de Cuba y casi lajero por mérito propio, Orlando Rodríguez comienza la cirugía a una mujer morena quien antes me confesó estar un poquito nerviosa. Son las 10 y 24 minutos de la mañana.
Asisto a los primeros momentos de la operación para comprobar que el especialista santiaguero y su equipo tienen todo bajo control. Arletti, la enfermera circulante susurra algunas frases de aliento, mientras acaricia las piernas inquietas de su paciente. Mis ojos se conmueven con el gesto de aquellas manos.
En este tipo de cirugía, el mayor por ciento del éxito depende de la cooperación del paciente. Y en este caso no me puedo quejar, ella está muy relajada. Todo va a salir bien.
Así lo asevera el experimentado especialista de 47 años de edad, quien me concede el privilegio de ver y conocer en vivo y en directo cómo se elimina el pterigium. Mientras me admiro con su destreza, pienso en voz alta: Tiene manos de pianista.
–De pianista no, más bien de cirujano, responde y continúa explicando paso a paso la cirugía.
El pterigium está insertado en la córnea. Ahora eliminamos el pliegue fibro vascular. Este es un pterigium en grado tres, y al eliminarlo prevenimos la ceguera. Después se coloca en ese lugar un injerto de la conjuntiva de la misma paciente, y así la córnea recupera su transparencia.
Paula, la instrumentadora, es de San Nicolás de Bari y domina su oficio a la perfección. Mientras la operación avanza, confiesa cómo aprendió a ser la mano derecha de un cirujano oftalmológico.
Yo estuve en la Misión Milagro desde que comenzó en la Isla con el convenio de colaboración Cuba-Venezuela. Empecé en Tarará en el 2004 y en 2008 por mi experiencia fui a Bolivia a trabajar como enfermera circulante e instrumentadora. Cuando abrió este centro de baja visión en Mayabeque me mandaron buscar y aquí estoy, en otra misión Milagro en Cuba.
El médico Miguel Ángel apoya la anécdota de su instrumentadora, pues él también se involucró en aquellos días en la Operación Milagro. Según sus memorias, en el Hospital Nacional Enrique Cabrera, de Boyeros, operaba entre 10 y 12 doce pacientes de Venezuela en cada jornada de labor.
Con ese relato pone fin a la cirugía de pterigium y comienza la del tumor de párpado que dura poco tiempo y es menos complicada.
Puede crecer y afecta desde el punto de vista estético, pero generalmente no afecta la visión si el tumor está situado, como en este caso, en el párpado inferior.
Cauterizada el área donde se extirpó la verruga y colocado el vendaje sobre el ojo se pone punto final a la operación. El reloj en el quirófano marca las 11y 48 minutos de la mañana. Ambas enfermeras ayudan a Maritza a sentarse en la camilla, y yo le hago la pregunta.
-¿Cómo te sientes?
-Estoy muy bien. Este médico tiene manos de seda.
24 HORAS DESPUÉS
A las ocho de la mañana el Oftalmólogo Miguel Ángel García ya está en la consulta. También llego temprano y mientras esperamos a Maritza dialogamos acerca de su vida y de su profesión que le obliga a permanecer horas enteras muy concentrado, sin moverse de su sitio, ni ingerir alimentos.
Es difícil, pero uno se acostumbra. Ayer mismo hicimos una operación menos porque uno de los pacientes previstos estaba hipertenso. Pero hay jornadas en las que terminamos después de las dos de la tarde.
Después del trabajo me espera la vida. Siempre voy a recoger a mi hija menor a la escuela, y para la casa. Vivo aquí en San José de las Lajas, tengo otro hijo y mi esposa, que es enfermera: esa es parte de mi familia. A veces leo un poco, escucho música, veo la televisión en mi casa, el mejor lugar.
Cuando estaba cumpliendo misión en la República Bolivariana de Venezuela se dio la oportunidad de cursar la especialidad de Oftalmología porque iba a comenzar la Operación Milagro. Entre los 500 médicos presentados de todo el país, poco más de 100 aprobamos y comenzamos a prepararnos.
Entre el 2005 y el 2007 trabajé en la Misión Milagro diseñada por Chávez y por Fidel, y ahora me encuentro otra vez en San José de las Lajas.
-Haciendo el milagro de ver mejor a los demás.
-Sí, aportando mi granito de arena en nuestra joven provincia de Mayabeque.
Antes de las 8 y 30 de la mañana llega Maritza. Su sonrisa y su agradecimiento signan el encuentro entre ella y su médico de “las manos de seda”.
-¿Cómo pasaste la noche? Pregunta mientras destapa el ojo operado y aplica unas gotas antisépticas.
-La claridad me molesta un poco, pero me siento bien.
-Eso es normal.
Luego la examina con un microscopio, y en su rostro se dibuja la satisfacción.
-Todo está muy bien
Miguel Ángel indica a Maritza el tratamiento a seguir y tras ofrecerle algunos consejos para sobrellevar el reposo, la cita para la semana siguiente.
Así se cerraba parte de otra historia de la vida, de la luz y del amor que está salpicada con nombres y rostros de todos los colores. Y esa fábula empinará nuevos vuelos una vez se inicien en San José de las Lajas las cirugías de cataratas.
Ya está listo más de un centenar de pacientes para ese momento, y entonces se esculpirán en el libro monumental de la Medicina Cubana, nuevas páginas sobre este Milagro que devuelve la claridad a las miradas.