La tarde de este seis de agosto quedará para siempre en la memoria. Mijain López iba por su quinta medalla de oro olímpica y toda Cuba esperaba ese combate.
El mito cubano de la lucha grecorromana, ese gladiador de rostro sereno y afable, de sencillez innata llegó al centro del colchón, allá en la ciudad parisina para discutir la presea dorada pero esta vez frente a otro cubano, radicado en Chile: Yasmani Acosta.
Era un duelo que no se podía dejar de ver, se enfrentaban dos amigos, pero a la vez rivales, cada uno con sus sueños, cada uno defendiendo una medalla para su país, y eso a muchos nos duele.
El coloso pinareño no se dejó anotar un solo punto que le restara brillo a su combate, toda la experiencia y la más depurada técnica le acompañaron para validar su estirpe, y convertirlo en el primer deportista que gana cinco medallas de oro de mamera consecutiva en Olimpiadas.
Hasta París de algún modo llegó también la ovación de quienes desde Cuba disfrutamos esta victoria, esperada, vaticinada por muchos, dueña de titulares en todo el mundo, alegría que llega a buena hora a la isla amada.
El gigante de Herraduras sin lugar a dudas, es una leyenda y la tarde de este seis de agosto queda ya estampada en la mayor de las Antillas; seguimos un combate que por instantes más que forcejeo parecía una tope de abrazos, donde la hermandad también propició luz.
Al dejar sus zapatos en la colchoneta, tradición de los luchadores que se retiran, Mijain López cierra una etapa de su vida en el deporte activo, pero irrumpe en el olimpo, como el más genuino campeón que es, al que nunca le falta la más auténtica sonrisa.
