Mariana Grajales, madre coraje

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mgonzalez@enet.cu 

El paso de los siglos la descubre inmortal, la sabe impetuosa, firme, amantísima madre, símbolo de coraje y amor a la patria, guerrera; así llega a nuestros días Mariana Grajales, la madre de los Maceo.

Abriga la historia su inmensidad, la reconoce tierna y bondadosa con sus hijos, pero a la vez, inflexible en la disciplina.

Refieren los estudiosos de su vida que reglamentaba las horas exactas de las comidas y el sueño y para todos, la noche cerraba a las 10, con la familia en casa.

Un hecho trascendental para Cuba conmovió a Mariana y su esposo Marcos Maceo: el levantamiento armado de Carlos Manuel de Céspedes y el grupo de patriotas que le secundaron en octubre de 1868; para su familia fue el llamado a servir a la patria, para ella fue la clarinada para hacerse a la lucha por la independencia.

Más allá de los retratos que muestran su rostro surcado por la ancianidad que no puso freno a la voluntad de servir en los campos insurrectos, está la fuerza de la mambisa que desestimó sus muchos años y se hizo a la lucha para salvar a la patria del yugo español.

Sus manos curaron heridas en los hospitales de campaña y apaciguaron el dolor. Su voz resultó enérgica para arengar a los convalecientes a regresar con más bríos al campo de batalla.

Su corazón de madre sufrió la pérdida de hijos y esposo en el cumplimiento del deber, pero se mantuvo firme, con el coraje ceñido al alma, con la rebeldía propia de los que no claudican.

 Así era Marina Grajales, fragua de rebeldía, acicate para sus hijos, inspiración y símbolo. Simiente que forjó el carácter y los principios de sus hijos, estrella que también ilumino la inquebrantable Protesta de Baraguá protagonizada por su hijo Antonio Maceo.

Solo las circunstancias adversas generadas tras el Pacto del Zanjón la obligaron a salir de Cuba, e ir a Jamaica, acompañada del recuerdo de varios de sus hijos muertos:  Justo por fusilamiento; Julio en el combate de San Miguel; Rafael, deportado en Chafarinas donde moriría tuberculoso y así hasta el primer golpe: la muerte, igualmente en la guerra, del esposo, Marcos Maceo.

Mariana Grajales murió en el exilio el 27 de noviembre de 1893 a los 78 años, sus actos la inscribieron en la historia como símbolo de amor y patriotismo, como “fuego inextinguible” y “raíz del alma” la calificó José Martí y como perpetua llama de coraje la perciben cubanas y cubanos al paso de los siglos. Es Mariana, la madre de los Maceo también la Madre de la Patria.

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