Magisterio, una profesión de infinito amor

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Edaida Rivero, es de esas personas que a diario elige ser maestra, profesión que comenzó cuando la adolescencia marcaba para sí importantes tareas, de ahí que con solo 18 años estaba frente a un aula.

Su historia, a su decir es sencilla, pero la realidad la muestra inmensa, al reconocerla protagonista de importantes tareas, asumidas con una responsabilidad suprema: la de ser madre.

Cuando mira su vida se descubre psicoterapeuta, función que desempeño en la Escuela de niños con trastorno de conducta, en La Habana y en el Centro de Reeducación de Menores en San José de las Lajas, donde además fungió como secretaria del Consejo de Atención a Menores durante más de 10 años.

Atesora como experiencia haber sido miembro de la Comisión de Atención y Prevención Social desde su fundación y  Coordinadora de la carrera de Psicología en el Centro Universitario Municipal desde que comenzó el estudio de esa carrera.

Llegó al magisterio en 1969, inicialmente en la enseñanza primaria, en las especialidades de Pre escolar y primero, etapa que recuerda con nostalgia y a la vez alegría por ser ese comienzo que nunca se olvida.

La superación ha sido una constancia para esta mujer, de ahí que se inscriben en su historial los cursos básico de Defectología en la especialidad de Retraso Mental, de Maestros para impedidos físicos y motores,  para Metodólogos e inspectores de retraso mental y retardo en el desarrollo psíquico y de la Licenciatura en Defectología, como especialista en trastorno de la conducta.

Edaida refiere que le apasiona dar clases y a la par la superación personal, pues a su decir estar más preparada le permite aportar más a los estudiantes. Es por ello que cuentan también en su formación cuatro cursos de Interacción Familiar, Diplomados de Sexualidad y Trabajos comunitarios y sobre la lucha contra la droga.

Su experiencia la distingue no solo por la calidad de sus clases, está la educadora dentro y fuera del aula, la misma que brinda el consejo certero, el regaño si es preciso, pero por encima de todo el diálogo, ese que alimenta con la prédica del más universal de los cubanos.

Para mi Martí es fundamental, nos enseña a diario y me gusta recurrir a él. Déjame decirte que para mí impartir clases es mi vida, aun cuando me he encontrado en actividades de dirección siempre he dado clases, a mí lo que más me gusta hacer es estar en aula frente a los alumnos.

Habla con orgullo de su trabajo, más, hace un alto para revelar un momento especial que la llevó a la República Bolivariana de Venezuela.

Como internacionalista tuve mucha satisfacción porque además de cumplir una misión de la Revolución pude compartir con jóvenes maravillosos que impulsaban las tareas de Chávez. Aprendí  a amar a ese pueblo del cual recibí muchas muestras de amor a Cuba y a Fidel y eso me da mucha satisfacción. Ellos sienten orgullo y respeto por el pueblo cubano y quienes fuimos allí, fuimos a llevar la verdad de Cuba y dejamos una impronta de entrega absoluta de los principios de la Revolución y del internacionalismo y por supuesto, en todo momento fui educadora, fui maestra.

Mi familia es especial, tengo tres hijos, tres nietos y disfruto mucho la relación que mantenemos, de mucho amor y respeto, de confianza sobre todas las cosas. De mi trabajo, me satisface cuando voy por la calle y los muchachos, que en ocasiones ya no son tan muchachos, me quieren;  me da gusto saber que he ayudado a muchas personas, he podido trabajar en diferentes enseñanzas, y si algo he logrado, esa es la mayor satisfacción.

Edaida Rivero es hoy la directora del Centro Universitario Municipal de San José de las Lajas, donde a diario emerge la maestra, esa profesión que ama y reverencia a diario con su consagración y amor.

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